
Recuerda
Ya no quedaba nadie que reinterpretara los resultados. La computadora continuaba recogiendo datos, no le importaba que el último humano hubiese caído. Los satélites, a los que estaba conectada, habían captado todas y cada una de las muertes y aún así continuaba recogiendo cualquier cambio que no llegaba. No había duda alguna, no quedaban mujeres, ningún hombre, sobre la faz de la tierra, algo que el ordenador no sabia asimilar. Para su base estadística aquel número reducido a cero solo era una evidencia que alguien, más preparado, tenía que explicar.
Los antiguos fantasmas aún recorrían sus salas desiertas, campaban sobre datos objetivos, igual que cuando solo quedaba un millón trescientos mil o unicamente dos, nada cambiaba para su lógica del trabajo. Con aquellas antiguas cifras hubo quien gritó: «desastre», otros decían «limpieza», unos tercero explicaban «ciclo natural», » lucha clases»- O es que ¿no veis como solo sobreviven los más económicamente apto?-,….
Aquella ausencia física era tan evidente que hubiese sido cómico ver a cada muerto defender su postura, doblando los tontos por ciento, haciéndolos propios para que se justificase su ideología. Pero eso no sucedería, la maquina continuaría recogiendo cualquier variación que pudiese surgir. Al menos así estaría hasta que la batería auxiliar se agotase totalmente. Aún pasarían años con estadísticas inexplicables y es que ya no quedaba ningún monstruo que reinterpretase los resultados.
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Y estadística pura, un cien por cien de disfrute en Comic Square o en Payhip
-Este- señalo el teniente la masa de cables y tuercas- Este, es nuestro nuevo soldado.
Para el señor Code era importante utilizar términos militares. El creía firmemente que así su equipo, su unidad de combate, lo respetaría mucho más.
– Puede disparar mil hamburguesas perfectamente condimentadas en menos de un minuto. soldado Ramírez- Mario se cuadro mientras veía acercarse al pequeño Code con aire marcial- Soldado tiene usted el privilegio de abandonar la primera línea de fuego, sus servicios ya no son necesarios. Nuestro nuevo recluta le permite licenciarse con honor.
-Pero- Balbuceo como el crio que era- ¿Qué voy a comer ahora?¿Cómo alimentare a mis niños?
-Tranquilícese soldado- le zarandeo sin miramientos- Como veterano de esta guerra siempre tendrá un pequeño descuento para usted y los suyos en nuestra deliciosa carne p¡cada. La patria nunca se olvida de los hijos que han estado dispuestos a morir por ella.
con ceremoniosa parsimonia se saludaron utilizando su mano de visera.
-Señor
-Soldado- Y se marchó a la muerte por inanición, orgulloso del deber cumplido.
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Compró una máquina del color de la miel. A simple vista se veían partes de sus engranajes, silbando unos contra otros al rozar los dientes de sus ruedas. La puso en el recibidor donde, siempre que venía alguien, se quedaba como hipnotizado observando sus giros sin final, embriagado por el frío olor a falso metal viejo.
A las dos semanas de tenerlo algunas de sus piezas comenzaron a oxidarse. El movimiento de la perfecta máquina color miel empezaba a ser lento y farragoso, carente de cualquier belleza observable.
El dependiente del bazar sólo tenía una solución; le ofreció comprar una nueva.- para mi también es un engorro- camelaba su razón mientras la embolsaba- cada catorce días, un mes máximo, tengo que desechar las que no he vendido por lo mismo. Pero claro, usted entenderá, es un producto tan apetecible. Si unicamente no fuese tan bella, si no se vendiese.- Realmente era una máquina exquisita, de delicados silbidos y precisos contraejes, no podía no poseerla.
Compró una máquina color miel para sustituir la que había perdido y una segunda para el dormitorio, donde se iría durmiendo mientras respiraba el estatus de su compra. Tenía dos máquinas color miel y no descartaba una tercera para la cocina.
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Desorden. Recuerdo que sobre el teclado nada parecía tener sentido. Las letras no seguían una estructura lógica y comprensible, no formaban frases ni palabras, no buscaban la cadencia artificial del abecedario. Todas parecían dispuestas al azar: aquí una a seguida de una s, rodeada de q, w, z,… La barra espaciadora abajo, los acentos a la derecha, arriba números…todo era tan aleatorio y sin embargo, esa misma disposición, se repetía una y otra vez desde las antiguas máquinas de escribir hasta los ordenadores y periféricos más actuales. Sin manera de entenderlo, sin forma de cambiarlo, acepte su locura y deje que mis manos se familiarizasen con los caminos por trazar. Pasos pequeños fueron haciendo mía la distribución para que cuentos y absurdos aparecidos en la pantalla me descubrieran las maravillas que se escondían en aquel desorden. Así fue como mis dedos volaron sobre las teclas, borrando con su roce ciertas letras que se me iban enganchando primero en la yema y luego atravesaban la piel hasta viajar por mi sangre. Todo lo que iba apareciendo frase tras frase, las descripciones de la realidad, mis deseos más profundos se iban conformando y a la vez erosionaban mis aristas más superficiales. Escribir me transformaba en lo que quería ser a la vez que el mundo podía acompañarme en la peregrinación. Aquella maquina desordenada se había quedado muda, las letras eran yo y yo respiraba y expiraba historias que me obligaban a caminar con la rotación del mundo.
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