La casa del pueblo

19 febrero 2024

La antigua fábrica textil fue desmantelada en un suspiro. Sacaron los telares, despidieron a los trabajadores y el barrio perdió la poca promesa de supervivencia que le quedaba a la gente. Unicamente el impresionante edificio, bueno para nada, seguía en pie.

– Habrá que derruirlo- dijo el hombre del ayuntamiento.

– ¡No! – gritó el pueblo que no quería un nido de ratas como el resto de solares que iban apareciendo como calvas – Pedimos, exigimos, que se destine para uso del pueblo.

Y el ayuntamiento, con la mirada puesta en el horizonte de las cercanas elecciones, donó el recinto – Disfrutad del regalo , cortesía del partido Tal y Pascual.

Que giro inesperada cuando ninguna asociación lo quiso para alguna actividad bien intencionada y mal organizada. Cada metro cuadrado se destino a la gente que había perdido trabajo, la casa, la vida… Ahora tenían un sitio gratis en el que vivir y, entonces, el ayuntamiento, presionado por constructores y arrendatarios afirmó que eran mejores las ratas.

Echo a la gente, tiró el edificio y la especulación regreso al barrio.

LaRataGris


La ciudad hipotecada

10 septiembre 2011

Esta escrito en la historia de los objetos, en las piezas con corazón que llenan mi ciudad. Hay mucha gente que no sabe leer entre las líneas de lo que le rodea y le pasan desapercibidas las cosas pequeñitas e insignificantes. Saben escuchar muy bien los ruidos fuertes, las palabras agitadas y las mentiras que quieren ocultar la realidad.

El poder contrata asesores que les traduzcan los relatos y sean capaces de reescribir finales a callejones sin salida, plazas sin bancos y fuentes sin agua…

Esta narración es real, sucede en mi barrio ahora pero comenzó con la crisis. Justo en el instante en que unos ricos decidieron que necesitaban más, que jamás sería suficiente y, mis vecinos, empezaron a no tener para pagarles. Se vieron obligados a coleccionar facturas, recibos impagados y esquivar el hambre y la sed con ingenio o, más bien, con lo poco que no les habían quitado aún.

Pero esto no sucedió, no lo vio nadie o no lo quisieron ver. La pobreza se quedaba de puertas para dentro y en la calle tenías que leer para enterarte de lo que le estaba pasando a gente que te había rodeado desde que eras pequeño. Los políticos lo hicieron lo mejor que sabían, que no era demasiado. Únicamente descifrando el cariño de la fuente se entendía la tristeza en los rostros de los desheredados.

Aquella fuente había estado allí desde que yo recuerdo. Pocas personas se paraban a beber de ella pero cada vez más llenaban garrafas y cubos para completar los grifos que no se podían permitir y tener un poco de agua potable en casa. Se formaban colas con todas las razas representadas, inmigrantes y autóctonos podían llegar a formar una cadena de peregrinos en busca del tesoro líquido. El único rasgo común de todos ellos era el de ser pobres sin futuro.

La izquierda, más preocupada por el dinero que no les llegaba para obras sociales, no se dieron cuenta de sus hijos caídos, no pensaron que a veces la mejor obra es la que ya esta hecha. Miraban para otro lado cuando la derecha reinterpretaba el cuento y hablaba de delincuencia juntándose, ladrones que le costaban demasiado al ayuntamiento. Arrancaron la fuente, cerraron las heridas de la tierra el mismo día y les explicaron a todos que el que quisiera agua tenía que contratarla, pagarla de su propio bolsillo e hipotecarse junto a la ciudad que no les pertenecía, vivían del aire prestado hasta que encontrasen el objeto que les permitía tanto.

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