Las calles comunes estaban llenas de vacío y dolor. Marv caminaba como un turista que ya ha estado allí. Conoce los lugares emblemáticos: donde se pilla, el precio de cada amigo y el callejón de los deseos.
Ni siquiera son zombis, sus habitantes no caminan, no reaccionan. Algunos solo se quedan de pie, sacudidos por el viento. Respiran Como un guiño a la vida, una mentira que poco más parecen poder mantener.
Los pocos que consiguen salir de su letargo es para pedir unas monedas o un sitio donde caer muerto.
Uno se le acerca siendo solo piel y huesos. -¿Unas moneditas? -pide con voz de goma y mirada perdida. A pesar del aspecto lo reconoce aunque para él, Marv, es solo un extraño que le puede dar un respiro.
-No traigo demasiado -vacía el monedero sabiendo que, si no se lo gasta de golpe, tendrá para tres días de paz. Con suerte no morirá con la primera dosis.
-Gracias, tio.
-De nada, Kevin.
No hay charla ni moral, el también ha estado en esa muerte y sabe que las palabras no salvan náufragos.
LaRataGris