Cada noche la ciudad enemiga enviaba varios hombres, de lo más común posible, disfrazados de vándalos. Destrozaban nuestras sillas atadas a vallas y arboles para que la ciudad, mas inhumana que nunca, pudiese decir que tenia razón. Después se iban a su escondite para nada secreto, lleno de secretas.
Cada noche volvíamos a sacar nuestras sillas a la calle para tomar el fresco y vernos las caras mientras dentro, las televisiones, prohibían revoluciones. Veíamos pasar a los salvajes y, sin miedo, hablábamos y hablábamos hasta que era el sueño el que nos derrotaba. Rendidos dejábamos el mobiliario por el que nos habían quitado, para que lo pudiesen destrozar a su antojo.
Cada noche, casi desde que llego el nuevo alcalde, nos sentábamos a construir estrellas. Fue al poco de entrar en el gobierno; retiro los bancos de los parques para que no nos juntásemos la mala gente, nos tuvimos que sentar en el suelo y en los escalones por que los veranos son imposibles en nuestras casas-horno. Luego, como somos de la peor calaña que existe, nos cansamos del duro cemento y salimos a los portales en un clamor de cotidianidad por recuperar nuestras calles pero,…
Cada noche la ciudad enemiga….
LaRataGris