Querido Franz:
Nos gustaba empezar así, como si fuese una carta, aunque estuviésemos viéndonos en una pantalla. Era como ganarle una partida al tiempo. Una de esas cosas que haces cuando estas locamente enamorado, una chorrada. Te sigo queriendo tanto.
La aguja entraba y salia rítmicamente, hiriéndome la piel para dejar su mensaje en tinta negra sobre mi cuerpo.
El tatuador tapó el dibujo de un sobre cerrado, sellado con un corazón de cera. Dentro del corazón se podía leer una A y una Z.
Yo vivía a años luz de ti, a un clic de videoconferencia, en el país de acariciar la pantalla líquida.
-Te echo de menos, Franz.
-Pronto podremos vernos, Alberto, mi amor. Tendremos uno días para amarnos, para decirnos todo lo que una videocámara esconde.
Los siguientes fueron días fugaces, donde nada de lo que pasaba era importante. se deslizaban como el movimiento mecanizado de la cadena de montaje. Otro motor ensamblado, un minuto de productividad, siguiente, aprieta, aceite y lucecitas que me marcan el tiempo: la hora de descanso, sólo quince minutos.
– Mañana es un gran día-lo grito a los cuatro vientos mientras aplico la crema cicatrizante sobre el nuevo tatuaje, dibujado en el corazón- Mañana me abrazaras, Franz
-Tendrías que estar comiendo algo o no aguantaras el ritmo- Aquí salgo de la ensoñación de verte.
-Siempre seras el capataz, no importa lo que estemos haciendo. Pero ya puedes olvidarme por que en veinticuatro horas no te perteneceré.- De repente suena un silbido y unas luces azules me devuelven al trabajo de robot: otro motor ensamblado, katchclanck, Bum, zas, un grito y luces rojas como mi sangre espesa.
Franz, mi dulce Franz, te puedo imaginar acercándote a la pantalla brillante, pasando la yema de los dedos como si yo estuviese al otro lado. Mi cara debería ocupar el espacio donde un burofax electrónico te anuncia mi muerte unos segundos antes de que tu nave despegue.
-¿Es él?- apartaras la mirada antes de que se ahoguen tus ojos. Un nudo aprisionara cualquier palabra y el estómago se te encogerá.
– Íbamos a casarnos- el forense empezara a tapar mi cuerpo para que no coja más frío- Un día más en esta penuria… ¿puedo quedarme a solas? un segundo nada más- me abrazaras.
– Tiene media hora.
Pasas tus dedos sobre mi cuerpo congelado, como si acariciases la pantalla que te devuelve la promesa de una separación momentánea.- ¿Qué te has hecho?- Besas cada una de mis heridas, desconocidas para ti. Los nuevos tatuajes se te antojaran una historia: Lo que nunca te dije, te detendrás encima del sobre dibujado.-la A y la Z de nuestros nombres, siempre estuvimos tan lejos.- Justo al lado una cicatriz inflamada, leeras su relieve como si fuese braille: Primer día, primera herida
Mi piel dibujada te guardara las frases de lo que nunca me atreví a explicarte en las videoconferencias, cada cicatriz una lágrima derramada sobre la hoja de mi cuerpo.
-Yo también te echo de menos- leerás la carta deteniéndote en cada poro- No me ha dado tiempo de saciarme de ti y ya te has vuelto a marchar, siempre lejos por mi culpa- Besa mis labios gélidos- si yo no hubiese estado tan enfermo no hubieses aceptado este trabajo: Pagan demasiado dinero, no lo podemos rechazar, pero no era suficiente ¿Verdad? solo una muerte prematura obligaría a tu seguro a pagarme el tratamiento. Que irónico que la vida que me regalas sea mi muerte.
Retiras el film de plástico que tapa mi pecho, jamás, leerás en la carta que te deje escrita en el, nunca jamas me atreveré a hacerlo si vuelvo a verte. Adiós, te quiero.
Me hubiese gustado que todo fuese así. Mi plan perfecto, mi regalo como en un novela rosa, de trágico final feliz. El día que llegaste nos amamos como si no hubiese un mañana. Leíste mis tatuajes mientras yo te abrazaba llorando- te echo tanto de menos- te dije y, si intuiste que era un cobarde al descifrarme, no dijiste nada. Continuabas haciéndome sentir un héroe por alejarme de ti.
No me atreví a ser atrapado por la maquina pero igualmente me había matado. Cuando tu anunciado final llego yo ya me había secado, no podía sentir más que odio hacia mi. Ni tan siquiera tuve el valor de despedirme, no lo he encontrado hasta hoy. Supongo que el olvido se ha aliado con el tiempo y ya casi no lloro. Te sigo necesitando demasiado pero no… Yo, esta carta que jamas leerás es mi forma de desearte un buen viaje. Te quiero, te quiero, Franz.
Alberto
LaRataGris
Acabas de leer un nuevo reto de Insectos comunes. Esta vez teníamos que escribir una carta de amor que sorprendiera, ¿qué tal? ¿te sonó, algo tan viejo como la humanidad, a manido?
Y la de mis compañeros, ¿qué te parecen?:
Una carta (in)esperada por Jean Rush
Y n0 te despistes por que ire colocando por aqui al resto de amorosos escritores