Prisionera

6 junio 2017

Se acercó en silencio vestida de negro para que la oscuridad ocultase sus pasos. A no más de un metro, escondida tras un muro de árboles, se sintió lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación.

Eran dos hombres maduros, de comentarios viejos y peores costumbres. Estaban hablando de ella, desnudandola sobre un lecho de palabras babosas. El mayor, su dueño, mientras la luna brillaba sobre sus dientes de lobo, la ofreció como regalo de una noche.

-Acercate, niña,- asustada dio un respingo. Hasta hacia unos segundos se había creído invisible- siéntate

Atrapada arrastro sus pies descalzos hasta el centro del claro, bajando la mirada hasta donde no pudiesen enfadarse con su atrevimiento.

-Carlos tenía razón, tienes un cuerpo muy bonito bajo esa piel negra. Hubieses sido una buena esposa blanca. Pero Dios te ha hecho esclava ¿verdad?

-La mía -masculló casi para no ser escuchada- La mía,-volvió a repetirse- es una esclavitud evidente, pero no es la única.

-¿Qué has dicho, escoria?- La acercó hasta él, agarrándole del cuello. Casi no podía respirar pero estaba lo suficientemente cerca como para intentar liberarse con su propia muerte o la de él.

– Hay gente- se araño las palabras en las paredes de la traquea- personas que creen que escapar es alejarse lo suficiente, yo prefiero tenerte cerca.

Acompañó la frase de un fino punzón a la yugular mientras que un disparo sonaba a su espalda. Carlos se acercó hasta ella para asegurase de no haber fallado el tiro. Ella aprovecho para recuperar el pincho y atravesar el corazón del esclavista.

-Sabes,-le dijo- unicamente me arrepentía de irme sin tenerte cerca para llevarte conmigo. Aproximarte ha sido lo único bueno que has hecho por mi, gracias.

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Promesas electorales

10 diciembre 2015

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El falso ídolo

16 febrero 2015

– mi gobierno- el discurso, hablase de lo que hablase, era un calco del anterior. Podían cambiar las palabras, los hechos, pero no la intención, las conclusiones del yo bueno el resto caca cacota. Tanto daba si alguien pasaba hambre, enfermaba o, incluso, moría. Ellos tenían claro que eran semidioses- todo ha salido bien.

– De no ser por nosotros…- la culpa era evidentemente ajena, heredada. Cuando algo así no funcionaba se explicaban con un- y tu más, chincha rabiña cara de piña-, eso debía ser suficiente.

– …no podemos permitirlo- unos minutos antes lo quisieron linchar pero ahora toda la asamblea se levantaba para vitorearle. Incluso se escuchó alguna voz jaleando al presidente: » viva, bravo». Marcelo, disfrazado de nuestro presidente, totalmente en su papel les hizo callar con un gesto de las manos.- igual que a vosotros al principio, todos creerán que soy él, todos hablaran de nuestro mensaje.- y un nuevo aplauso acabo con cualquier tentativa de seguir hablando.

– ¿Preparado?- el cámara mostró cinco dedos de su mano derecha y comenzó una silenciosa cuenta atrás. Cuatro, tres, dos, uno y, cuando sólo quedó el puño cerrado en alto, Marcelo empezó el discurso que habían preparado. Habló de corrupción, de recortes, de sanidad,… el hombre del plasma dijo todo lo que un día antes les intentó ocultar.

La gente, que no sabía nada del pinchazo al plasma presidencial, no se imaginaban que el gobernante había sido suplantado y lo escucharon como nunca habían hecho antes, aplaudiendo cada autoinculpación, cada palabra era bien recibida.

Tres días después lo detuvieron por hacerse pasar por quien no era, por difamación y terrorista. Al dar la noticia nadie la creyó pues el falso ídolo era más real que el original

LaRataGris