Hubo al principio una ascensión lenta y dirigida. Hacia abajo, la caída, se veía terrible. Hacia arriba lenta, dirigida, monótona; parecía interminable. Como si el pico de la montaña fuese un cielo inalcanzable.
Ya no importa. Resbaló y cayó como un relámpago fulminante. Cuando la fricción lo desposeyó de fuerza e iniciativa continuó deslizándose pendiente abajo, paulatina e irremediablemente.
Contrariamente a lo que te puedas imaginar, con cada giro, cada metro perdido; se sentía más lleno y feliz. Se iba quitando el lastre innecesario hasta que, desnudo, frenó contra un saliente.
Con el cuerpo magullado y las fuerzas reducidas gritó- ¡Fuera la careta del triunfo!¡Adiós al disfraz de la aceptación!
Hasta el averno había sido un viaje rápido y trepidante, mucho más de lo que fue la pesada subida. La adrenalina de tantos años explotó en luces dolorosas.
De pie respiró el aire puro del infierno y se sintió como en la promesa de un paraíso perdido. Se sentó a admirar aquel lugar idealizado.
Sobre su cabeza sonaban los cantos de sirena. Por debajo, en un abismo más profundo, los lamentos condenados.
Estaba en el lugar perfecto y no decidió quedarse. Se lanzó de cabeza dispuesto a ser uno más de los únicos que aún pueden cambiar el mundo.
LaRataGris
Escrito por laratagris 







