A finales de enero aún seguía la navidad adornando nuestra casa. Los pastores camino de belén para adorar al niño mientras que, los tres reyes, arrodillados en el portal colmaban de oro, incienso y mirra a la pequeña figura.
Al árbol sintético era al único al que se le había arrebatado su espíritu navideño. Para que la gata dejase de jugar, habían guardado sus bolas en cajas de cartón, dejando desnuda su estructura de plástico y alambre, como si la planta artificial hubiese enraizado en el suelo del piso.
En las ventanas fue la propia erosión la que empezó a desdibujar los motivos hechos con espray de nieve. El blanco se esparcía como si alguien hubiese restregado sus manos por encima, llevándoselo hasta marzo.
En abril quedaba algún resto de abrir regalos, se habían amontonado sobre el mueble del recibidor como una montaña de inutilidades. Aún pensaban en que hueco los esconderían mientras pasaba el tiempo prudencial que les permitiría tirarlos.
Tal vez en mayo, puede que en junio o julio… caían los meses como días de hoja perenne. El polvo dejó su manto sobre la navidad, como la nieve imposible de agosto. Septiembre y alguien dijo- Puede que sea el momento de recogerlo todo.
Quitarían primero los adornos pero, en octubre, nadie lo hizo. Paso noviembre y, por fin, a mediados de diciembre, mi tío dijo que traía mala suerte alargar tanto la navidad. Por eso lo acabaron colocaron todo en cajas, para volver a montarlo al día siguiente. Que nadie los acuse de dejadez, de desidia, de vagos.
Se habían mezclado con Hallowen, enredado con cupido y Sant Jordi, todas las fiestas habían sido una y volverían a serlo.
LaRataGris
Escrito por laratagris 








