«Ciberculturetas»

31 diciembre 2014

ciberculturetas


Cultura a cualquier precio

19 junio 2013

cultura  a cualquier precio


La revolución capitalista

7 febrero 2012

Yo viví los cambios y no fueron revoluciones ni dignidad lo que nos movió. Nos sentíamos insignificantes, incapaces de transformar nuestro mundo en algo mejor. No eramos perfectos y siempre había alguien encargado de recordarnoslo. Necesitábamos disfrazarnos, pintarnos de una idea tan sublime que no teníamos tiempo de arreglar aquello que realmente importaba. De ser por nosotros la vida seguiría su curso sin que nadie llorase su insignificancia. Fue el mismo capitalismo, sus teorías del consumir desmesurado, del producir sin medida y siempre encontrar compradores. Nos hicieron desearlo todo, nuevas creaciones sustituían la misma pieza aún sin envejecer. Ansiosos buscábamos poder poseer cualquiera de sus promesas sin importar el como, la manera fue coger lo que no podíamos pagar.

En realidad no era nada nuevo, siempre nos lo habíamos prestado todo. Éramos pequeños grupos en los que uno traía la comida, otro despejaba su casa, se ponía música, leíamos libros y construíamos con las sobras del privilegio la totalidad que nos ponía los dientes largos. Eramos amigos y la única diferencia fue globalizarlo. Empezamos a formar redes entre todas las reuniones y dejó de ser importante a quien le prestabas tus tesoro. A lo largo del país corrían fotocopias, cintas mil veces grabadas y pusimos al alcance de cualquiera todo. Sin darnos cuenta las ideas revoloteaban el planeta, eramos los amigos de lo ajeno y sólo ajeno se quejaba de no cobrar dos veces un mismo trabajo. La mayoría era culpable de difundir y la pudiente minoría compro leyes para detener la revolución.

Pero cuando se dieron cuenta que todo el pueblo estaba intercambiándose bienes no pudieron aplicar las medidas adecuadas. Tendríamos que ir a la cárcel, dejándoles sin esclavos especializados. Por eso calmaron a la masa, la cosa no iba con la muchedumbre, no eran los contenidos, ni el querer tenerlo todo, eso era una actitud normal y ejemplificadora, el querer mejorar, pero no a costa de la propiedad privada. Aquella actitud tenía que cambiar o la falta de dinero circulando acabaría con el mundo.

Se cortaron las cabezas más visibles, se hundieron las críticas más feroces y dijeron que lo habían cambiado todo para dejarlo igual que siempre. Los sueños seguirían siéndolo y la élite permitiría acceder a todo con cuentagotas. Yo viví los cambios, sentí como todo era mejor pero no quisieron dejarnos disfrutarlos.

LaRataGris.


Ideas sin precio

27 enero 2012

Ideas sin precio


Lee, analiza, aprende

2 octubre 2010

Lee, analiza, aprende


Caperucita la roja comparte

22 abril 2010

Caperucita la roja comparte

no pagues cultura, compártela…


La cultura del siglo

20 marzo 2010

Cultura del siglo


Crios gritando bla blaes

1 abril 2009

¿Qué es ese ruido?- se preguntó el señor Sánchez. Miró a su alrededor sin ver nada, se levantó y caminó un poco en la dirección que creyó correcta, desde donde pensaba que provenía el alboroto.

Conforme se acercaba no se sabe dónde, el jaleo se iba haciendo más intenso. Era como un discurso jaleado y vitoreado. Se escuchaba “Bla bla bla hijos de puta, bla bla bla cabrones malnacidos”. Se escuchaba pero no se oía lo que decían.

Y más fuerte gritaban, sin que nada se entendiese a parte de los insultos. Al verlos lo comprendió todo. De sus labios salían las lindezas más brutales, se reían unos de otros borrachos de agresividad, apoyándose en la manada para sentirse más fuertes. Eran revolucionarios como él. Sin miedo a decir la verdad.

-Hola- se giraron hacia el saludo con el ceño fruncido y una mueca de disgusto esculpida en el rostro.

– ¿Blá blaaabla, hijo puta?

– Blás bla puto cabrón.

– Nada, dejadlo- el señor Sánchez se alejó rápidamente, no quería enfrentarse a sus compañeros, todos luchaban por lo mismo y entonces,… ¿por qué se habían mofado de él?

Sin entender, y un poco más vacío, se sentó a descansar, ya lejos. Poco a poco fue atando cabos y pudo entender lo que había pasado.- No son como yo, ellos sólo quieren destruir, no quieren construir nada. Y mientras se comporten como crios gritando no habrá revolución.- Tanto daban sus ideas. Si eran un grupo u otro. Lo único que se podía hacer era huir de tus iguales para pensar en paz. Por desgracia, en cada esquina había niños jugando a ser mayores.

Los niños revolucionarios, enfrentados a los niños policías, los políticos que son niños que nunca dicen la verdad y las mierdas pinchadas en un palo que somos todos.

Ya no queda revolución, sólo agitadores.

LaRataGris.