Ni lo se ni me importa
28 febrero 2017Propuesta para una tarde de domingo
14 julio 2014Ingredientes:
Alicia, Pau y Papa
Materiales:
Esa camiseta que te regalaron y jamas te gusto.
Rotuladores para tela
Pintura para camisetas
Celo
Alfileres
Cartón
Desarrollo:
Paso 1: Escoger un par de niños aburridos y ofrecerles pintar una camiseta. Si su respuesta es afirmativa buscar las armas adecuadas y preparar un área de trabajo para su destrucción sin limites creativos
Paso 2: colocar el cartoncillo entre la cara anterior y posterior de la camiseta para que no traspase la pintura.
Paso 3: delimitar el área a pintar sobre la camiseta. Trazar un cuadrado con el celo y explicarle a los niños que no se salgan de el. Afianzar la tela al cartón mediante los alfileres.
Paso 4: utilizar los pinceles como cucharillas y lanzar todos los colores mezclados sobre la tela- este paso es intercambiable con simplemente trazar un dibujo, en mi caso se deriva del resultado.
Paso 5: liberación del espacio. Si alguno de los niños pregunta que pasa si se ha salido del recuadro contraatacar con otra pregunta- ¿ quitamos el celo?- recuerda que el arte de una niña no tiene límites.
Paso 6: nada de lo anterior. Cambiamos de camiseta y sustituimos la pintura por lejía.
Paso 7: con un cuidado extremo dejamos que la lejía penetre en el tejido mientras constatamos que las manchas decoloradas nada tienen que ver con el dibujo planteado inicialmente.
Conclusiones rápidas.
Reformulación de la ley de la gravedad por un niño de dos años con introducción a la idea de fuerzas centrípetas.
Un objeto que cae desde una altura equis es atraído hacía el suelo con una velocidad tal. Cuando el objeto colisiona violentamente sobre el mármol se genera una fuerza opuesta que transforma el techo blanco en verde, para que la conclusión sea valida el objeto ha de ser un bote de pintura del color correcto.
Expectativas maternas:
Añadir foto para comparar lo esperado con lo obtenido y demostrar que no llegamos a las expectativas.
Expectativas paternas:
Trabajando con niño de dos y niña de cinco años, con lejía que no les ha caído en los ojos las expectativas están totalmente superadas.
LaRataGris
Desaprendiendo hormigas
9 diciembre 2013Acercaos mis niños y niñas, escuchad sobre la imaginación y la creatividad que os están robando para que podáis ser buenas hormiguitas:
Cuando Alicia era tan pequeña como un ratoncito de tres años fuimos a una actividad organizada por la navidad, a los centros comerciales les encanta mantener a los cachorros entretenidos mientras los adultos compran y compran y compran infinito amor de consumo rápido. Ella, siempre que veía un enjambre de niños entretenidos, insistía en acercarse y jugar como una niña normal. Yo me quedaba a su lado mientras ella adornaba algún árbol con ceras de colores, hacía brillar las estrellas con purpurina o no decapitaba a tres reyes… Escogió un calcetín de los que cuelgan en las chimeneas de muchas series y se sentó junto a un grupo en edad escolar, de los que ya saben como van las cosas.
Alicia miró todos los materiales a su alcance y se decidió por un color tan negro que se comía todas las líneas del dibujo; convirtiendo su calcetín navideño en uno desparejado, corriente y moliente. Sus improvisados compañeros comenzaron a reírse, se daban codazos y señalaban aquella locura. Ella, sin darse cuenta, continuo hasta que todo fue una mancha y pudo dejar la cera. Acto seguido cogió un bote de purpurina y trazo varias cenefas que silenciaron las burlas. Ninguno de los niños adiestrados hubiese sabido hacer aquello. Les habían enseñado que el color, que el no salirse de la línea, que lo raro…ahora intuían sin saber por que, tenían que desaprender a ser hormiguitas.
LaRataGris
Pequeñas construcciones
10 mayo 2011
Desde que nació su habitación se había convertido en un almacén de juguetes. Le regalaban peluches, sonajeros, coches, princesas y, sobretodo, cacharros que hacían mucho ruido. Todos tenían un botón y una frase típica, una canción o se tiraban pedos sin parar. Ocupaban tanto espacio que ella siempre los miraba desde la puerta.
Cada mes, su madre, lo recogía todo en bolsas de plástico, se las llevaba y ponía en su lugar nuevas diversiones que jamás utilizaba.
Un día alguien se equivoco y, donde tendría que haber habido un castillo con luces y sonidos, aparecieron unos bloques de construcción de formas simples y abstractas. Empezó a apilarlas mientras les buscaba el interruptor, la gracia, la cualidad de aquel juguete que parecía inventado para nada. No le encontraba las tripas pero, sin darse cuenta, las montañas de piezas fueron dibujando el contorno de una ciudad. Cansada de rebuscar volvió a la seguridad de su puerta y, fue entonces cuando, desde allí, consiguió ver los edificios que había construido.
Desde entonces, cada tarde, después de su hora de teleducacativa, se perdía por calles inventadas, corría por solitarias plazas y disfrutaba de sentarse sobre algún edificio mientras la urbe se iba haciendo más grande. Era tan divertido estar allí que cuando paso un mes le suplico a su madre que no tirase la villa hasta que hubiese podido trazar un mapa de sus rincones. Esta aceptó aunque no entendía que tenían de especial aquellos trozos de madera pintados de colores llamativos, se los dejaría treinta días más.
Para entonces su ciudad de futuro había ocupado toda la habitación. Se había empezado a nutrir de todo lo que encontraba a su paso. Reclutaba a los peluches, les daba un trabajo a los dragones y los coches se lanzaban en todas las direcciones, todos con las pilas quitadas para que no estropeasen la diversión con historias que no venían a cuento.
No lloró cuando vinieron a quitárselo. No sintió pena, ni tristeza. Ella ya había memorizado todas y cada una de las piezas y podía seguir construyendo en su cabeza, dando vida a un mundo en el que sólo le faltaría encontrar a sus amigos invisibles para que no le faltase de nada.
LaRataGris