Cerró los ojos para verse por dentro, respirando de forma profunda y acompasada.
Los campos de margaritas se extendían como un infinito de paz eterna.
Se sentó a dibujar el movimiento del aire, bailó el susurro del agua de un viejo arrollo. Sentía esa tranquilidad imposible de buscar, que se construye a fuerza de soñar activamente y no quedarse solo con la fantasía. Caminar sola, escucharse, sentir la realidad y transformarla.
-Entra, entra en mí.
Invitó a la gente que más quería, con la que respirar se hacía más sencillo.
-Bailad conmigo. Cerrad los ojos a la tristeza-, a la vez que ella cerraba los suyos.
Y fueron dos, fueron tres; aumentaban exponencialmente hasta ser demasiados en el paraíso, todos dormidos para estar juntos, todos esperando que la alegría les inundase.
LaRataGris