Su cuerpo había quedado como un recuerdo de los errores cometidos, de las segundas oportunidades que no son más que trampas.
-Ya no puedo ser quien yo quiero. Fue una apuesta de todo o nada y los errores se pagan.
“Unicamente te aclaman si vences a la Gorgona. Si no solo eres un olvido en forma de estatua que ya nadie mira”.
Intenta no dormirse mientras, por una vez en la vida, cree girar el pesado volante en la dirección correcta.
-¿Jane?- la busca de reojo, atada en el asiento de atrás.- Me pesan los papados, se me caen los brazos-. No encuentra la complicidad deseada. Sigue con los ojos apretados, siendo una parte inútil del coche- ¿Jane?
Sin respuesta, ni un gesto, está solo.
Enciende la radio para escuchar el ruido blanco y penetrante. No quiere parar, no ahora, otros errores le esperan en el horizonte.
– ¿Te gusta está canción, dulce Jane?- Es el hombre amable. Siempre saludando, siempre con la pose correcta. – Yo te enseñare a escucharla, a respetarme.
LaRataGris