Hoy hace seis años que comencé a medir el tiempo, 23:54. Fue casi un juego, me aburría empecé a mirar mi reloj de pulsera. Las agujas me dejaron prendado, moviéndose siempre hacia el mismo lado al ritmillo monótono del Tic-Tac, debían ser muy felices sin conocer otros caminos entre los que elegir.
Al principio me gustaron los segundos pero corrían demasiado: un segundo, dos segundos, tres… no podía parar a respirar, beber o comer. Así que a las tres horas cuatro minutos, seis segundos, siete y ocho decidí solo contar a partir del minuto.
Antes de seguir, me disculpo por haceros leer tan rápido, (aunque más lento que el desliz de un segundo, he de escribir veloz). Tengo menos de un minuto para decir esto y ya se me esta acabando así que: cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, sesenta. Ya llevo seis años y un minuto midiendo el tiempo, 23:55.
La gente me ve garabatear sobre el papel y se acerca para saber la hora exacta. Ya no necesito ni un reloj, noto cambios en el espacio que influyen en el tiempo. Por ejemplo durante uno de los siete solsticios que realmente existen, todo se ralentiza y se pierde una hora que con el tiempo se recupera.
Ahora debo beber agua y seguir midiendo, volved cuando queráis que os diga un momento exacto, pero antes de iros sabed que esto lo habéis leido en uno de vuestros minutos veinte segundos, que no es el mismo espacio temporal que cuando conoces los entresijos reales del tiempo: cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, sesenta. Seis años y dos minutos viendo pasar horas y sus múltiplos menores, 23:56.
LaRataGris.