la humanidad había desaparecido. Claro que había humanos paseando por las calles, fingiendo una vida normal, creyéndose humanidad, una palabra sin significado. No dejaban de ser un espejismo, un reflejo del pasado.
Todo cambio cuando el altísimo general, el vencedor de mil juegos de estrategia, asomo; con el uniforme impecable y correctísimas maneras, mirando todas las pantallas con la seriedad esculpida en el rostro.
-Son nuevos tiempos que requieren una respuesta contundente- repitió el moderno discurso caduco de siempre.
Hablaba, por supuesto, del Ardith 27; de estructura química perfecta, biodegradable, energético. Las cantidades que escondía el suelo del país, patria para los orgullosos de viento, convirtieron nuestra casa en pieza clave de la cacareada revolución ecológica, siempre a punto de estallar.
-Nos defenderemos del enemigo. No nos robaran, nosotros, los elegidos, salvaremos el planeta.
La guerra estalló al instante, sin posibilidad de victoria para nadie. El anuncio solo fue un preliminar de algo que se llevaba fraguando desde hacia demasiado tiempo.
Las guerras ecológicas las llamaran cuando su verdadero nombre era economía.
LaRataGris