Cada vez que hay una guerra importante, de esas que suben la audiencia y calman la conciencia del que las condena, a la muerte le gusta sentarse a verla por televisión. Ella preferiría hacerlo con todas, contar los muertos desde la distancia sin tener que exponerse en un lugar tan peligroso, pero no siempre se pueden hacer un hueco en las parrillas de programación. Depende del partido del siglo, los capítulos para acabar la serie o la competencia de las demás cadenas…
Sea donde sea, este más lejos o cerca, siempre toma las mismas medidas de seguridad: un traje hermético, desinfectante y mascarilla de oxigeno. La muerte es muy hipocondríaca y siempre piensa que se le puede contagiar algo de la barbarie, aún con kilómetros de por medio, por lo que pudiera pasar, prefiere llevar el recuento tras el sofá.
Jamás escoge a los que fallecen, eso es cosa del destino, el azar o quizá es la vida quien los desecha…no es algo que le incumba, esta más preocupada por las matemáticas, el equilibrio…hay demasiados humanos y es una forma sencilla de mantener la plaga controlada. Hace una estimación de los que tienen que morir y mientras se supere ese número ella descansa en paz.
Hay días en los que recibe peticiones firmadas para acabar con aquellas locuras. Están todos los inocentes que perecieron, los «cobardes» que sin querer ir a luchar les callo una enorme bala desde el cielo, los daños colaterales,…todos los caídos en batalla, sin importar bando o neutralidad le piden por favor que no siga por ese camino. Y siempre se excusa con que es una mandada, que ya le gustaría, que que pena pero…sigue sumándolos al registro.
En sus largas listas no suele haber políticos ni instigadores. Muchas veces queda con ellos para ver los resultados finales, delante de un enorme bol de palomitas se reparten los fiambres y deciden quien ha ganado, quien se queda los países y las riquezas. Lleva tantos años haciéndolo así que ya no siente justicia o injusticia. Para ella son datos de un trabajo bien hecho, estadística e indiferencia.
LaRataGris