En realidad podía volar. Unicamente tenía que cerrar los ojos y pensar que era más ligero, que con cada inspiración el aire que tomaba le permitía subir un poquito más.
Lo verdaderamente difícil era redirigir su movimiento, saber a donde iba y sentirse acompañado en esa altura infinita.
-¿De qué sirve elevarme por esta vertical sin fin si, yo, lo que quiero es estar con mi gente?
Cada día volaba menos, soñaba menos y caminaba más entre las personas que no podían subir al cielo.
Hablar con ellos provocaba una felicidad que, en la solitaria cumbre de nubes, no podía concebir. Era otro tipo de sueño, un vuelo distinto, horizontal.
LaRataGris