El año en que todo se rompió…

9 agosto 2022

Se rompió el bañador, un pequeño desgarrón, casi inapreciable, invisible. Como un previo a todo lo que vendría.

Rompí un vaso de cristal, un espejo: siete años de mala suerte. Las páginas de mi libro favorito aparecieron rasgadas y pintarrajeadas por rotuladores de diversos colores, con la gracia de un niño pequeño.

Se rompió el mango de la sartén mientras le daba la vuelta a la tortilla y comí revuelto de huevos con pelo de gato y pisadas humanas.

Se rompió mi móvil, me quede sin las fotos de los últimos meses y, eso si, desaparecieron comunicaciones innecesarias, reproches sin sentido.

Adiós a la nevera en plena ola de calor, menos mal que no tenía aire acondicionado que también hubiese optado por el suicidio.

Se rompió el cielo a llorar pero no refrescó, se rompió mi corazón y tú rompiste mi vida… qué iba a hacer yo sin tu voz, sin libros ni palabras que me recordasen a ti. ¿Dónde está tu desorden?

¿Qué podía hacer cuando todo lo que tocaba se rompía? ¿ir a la playa, que tendría que ser nudista?¿verme reflejado en el mar?¿beber agua de grifo? o ¿arreglarlo todo y seguir pintando sonrisas hasta que cambie mi mala suerte?

Le robé un segundo a cada hora y salí corriendo tan deprisa que la tristeza no pudo alcanzarme. Empecé a romper cosas de cero, desordene mi habitación y le grité al mundo que no pararía hasta romperlo todo de nuevo, hasta sentir otra vez que algo me volvía a doler como el año en que todo se rompió.

LaRataGris


Ejerza su voto

29 enero 2021

Ejerza su voto

Vota Charlie

 


Ruptura

22 mayo 2018

Cada día hacia lo que tenía hacer. Guiado por la batuta de un director mecánico, bailaba los caminos programados, respirando el compás de la gente.

El mundo exterior, más allá de les sendas artificiales, era tan extraño, estrambótico, helado. La seguridad de lo habitual tendría que ser suficiente.

La perfección se descomponía de una forma que nadie parecía ver. La gente se abrazaba al dolor de ser normal, sonreía los sin sabores y lalala que mierda. Eliminamos el freno de lo diferente, las notas que adoptan los cambios bruscos de ritmo. Moriríamos todos, juntas, fingiendo la felicidad del grupo, ser uno único sería nuestra perdición.

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Vacas diferentes


Pobre afortunado

16 febrero 2017

pobre afortunado


Mujer de negro sobre fondo blanco

31 octubre 2016

Se detiene frente a una pared blanca como la cal, igual que su piel lechosa. Unicamente destacan los dos pozos negros que tiene por ojos y la ropa. Una camiseta que parece tejida con carbón, pantalones de luto estricto y zapatitos de bailarina oscura.

Los movimientos, suaves y delicados, pasan desapercibidos. En el contraste de la pared es solo ropa que se balance como si un fino hilo tirase de ella. Desnuda, incluso su bello, del color de la nieve mas pura, sería invisible. Solo tendría que arrancarse los ojos, nadie la vería, no volverían a lamerla.

-No quiero esta forma- gritó atrayendo los miradas-que nadie pueda poseerme, que no me digan lo poca cosa que soy. ¡Os romperé a todos!

La gente continuo como si nada, a nadie le duele lo que no les pertenece. Sus odios se perderan sin mas.

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Más romper y menos aparentar

30 abril 2015

más romper y menos aparentar


Independencia personal

2 octubre 2013

independencia personal


La vida mezclada

9 agosto 2011

Vivía en una habitación pequeña, parte de una almacén dividido con paredes de papel, un sitio en el que resguardar el cuerpo de la realidad.

La respiración de todos los que habitábamos el edificio era una sola y acompasada. Inhalábamos los mismos sueños con insignificantes matices. Habíamos asimilado como propias las enseñanzas de los medios, la escuela y finalmente la misma sociedad que, con el cerebro bien reordenado, nos empujaba a querer dinero y estatus con el que poder alejarnos de las calles que nos habían visto crecer.

Por eso mismo surgieron las fronteras de la habitación. Nadie debía espiar nuestro futuro, copiar los planes y llegar antes al gran final prometido. Pero las finas paredes no eran capaces de retener los llantos y ansiedad de aquella carrera. Era raro no notar como se movían los vecinos, como se revolvían inquietos en los duermevelas. Girábamos sobre nosotros hasta que finalmente era inevitable que algunos se golpearan contra los frágiles muros de color que fueron cayendo.

Invitados por la casualidad, al vernos liberados de la soledad, empezábamos a romper las paredes de la celda. Siempre encontrábamos la misma mirada de otros presos, nuestros iguales con idéntica hambre y pena. Fue tan fácil darnos cuenta que no queríamos robarnos las miserias, que sólo necesitábamos sobrevivir para empezar a vivir de otra manera… fue tan sencillo que quisimos ayudarnos. El que no podía levantarse se apoyaba en los más fuertes y, poco a poco, mi pequeña habitación se transformo en un mundo sin límites.

LaRataGris