Imaginando otros culpables
24 julio 2015Historia muy muda
12 febrero 2015Guía de lectura de la historia Vota Charlie, a la que pertenece esta historia muy muda
Pistolas de ciudad
28 octubre 2013La ciudad invadida. Se llena de pistolas uniformadas en cada esquina. Paran de forma aleatoria, no sabes si buscan a hombre o mujer, de nacionalidad indeterminada, en algún rango de edad cualquiera…podrías ser tu. Yo veo que todos tienen orejas, no hay mancos entre los que detienen, ni piratas con un solo ojo y pata de palo golpeando el pavimento.
Si les preguntas te dirán que circules, que los sheriffs buscan a los malos. Ninguno de los que entregan papeles parecen llevar el gen del malhechor entre ceja y ceja, o tu no lo sabes ver. Quizá sólo es una excusa y la realidad dice que el alcalde bajara mañana al reino, empieza la campaña. Paseara entre sus súbditos, igual que hacía antes de forma anónima, cuando no era nadie y no tenía que aparentar que alguien lo quería matar por ser demasiado, bueno, bueno.
LaRataGris
Lobo feroz ( revisitando caperucita roja)
31 agosto 2011Los lobos no tenemos nombre, nos acompañan adjetivos que nos definen e intentan diferenciarnos a los unos de los otros. Somos salvajes, sanguinarios, voraces, brutales y crueles entre otros muchos miedos. Pero nos cuelgan el apellido y luego nos confunden entre todos. Yo soy el lobo feroz, en realidad uno de tantos, y esta es la historia de siempre, mi leyenda. Se ha contado tantas veces, se ha hablado tanto de ella, que ya ha dejado de ser verdad. Son habladurías, estupideces, cuentos para antes de ir a dormir.
Caperucita era una presa fácil, tan roja en mi bosque de marrones y verdes. Se paraba a cada instante a mirar las nimiedades de las flores, cantaba y silbaba como si provocase mi hambre… yo tenía tanta que me la hubiese comido de un solo bocado, aún así fui paciente. Espere mi turno, a tenerla en casa de la abuelita, alejada del camino y del cazador. Me creí muy listo pero ella lo fue más. Todo aquel mostrarse, el llevarme por la senda de las prisas me dejo a merced del trampero. Ella fue el cebo y yo mordí sus tiernas carnes llenas de veneno. Cuando me quise dar cuenta estaba en una jaula, en dirección a un zoo en el que exhibir mi ferocidad. Allí me convertí en el malo.
Mi estomago seguía rugiendo por que le diera algo y los niños estaban lejos y apetitosos. Sus madres les advertían sobre mi, me provocaban tras las rejas sin acercarse lo suficiente.
Aquella historia me había hecho tanto daño, la había escuchado tantas veces que empecé a asumirla. Lloraba cada vez que intentaba cazar algo. No importaba la trampa que me habían tendido, las mentiras que contasen para justificarse. Yo las conocía y aún así me sentía culpable por necesitar comer. Les pedí que me atasen, que me lanzasen en una bolsa, con el estomago lleno de piedras, a un río profundo para no tener que seguir sufriendo. Pero mi pena no era importante, ellos seguían necesitando un enemigo sobre el que contar sus victorias y volvieron a alimentarme…
LaRataGris