28 febrero 2023
El seis de agosto de tres mil veintidós fue el pistoletazo de salida para la gran pandemia trashumante, a las tres de la tarde de un martes cualquiera. Claro que hubo días previos de síntomas, de gente muerta, de dolor y estallidos pero ese día, a esa hora, los internautas habían bautizado y extendido el nombre.
Como siempre que salía algo nuevo la gente hablaba como si cualquier enfermedad anterior fuese ridícula o inexistente : ¡más muertos! ¡más dolor! ¡más penas!
Y todo gracias a eliminar la sanidad pública. Cuando los enfermos no se pudieron permitir el pagarse la medicación el sistema colapso y se fue a la mierda. Algunas enfermedades fueron muy íntimas, otras se extendieron incluso cuando se les suponía erradicadas. La gran pandemia no solo era algo nuevo, era una bolsa con cualquier dolencia del pasado.
Incluso algunas clases, que se habían visto capaces de asumir el gasto, acabaron contagiándose de la pobreza, muriendo igual.
Algún egoísta pidió que se curase a todo el mundo por igual pero ya era tarde para tantos remilgos, en tres mil veintitrés, en menos de medio año, estábamos todas condenadas.
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28 noviembre 2019
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24 octubre 2016
El poderoso señor salió al balcón. Unos inmensos jardines, repletos de aguerridos guardias, lo separaban de la muchedumbre furiosa que se agolpaba ante su, inmoralmente, lujoso palacio.
-¿Qué es esto?- le reclamó a su mayordomo, señalándose la nariz mientras la arrugaba en un gesto de desaprobación.
-Es el olor a pobreza, Sire.
Dilató las fosos nasales para dejar entrar la horrorosa fragancia- ¡Que asco! y ¿no podrían dejar de ser algo menos…. pobres?
-No en estas condiciones, Sire.
Anegado de arcadas se dejó caer sobre un precioso palanquín- ¿cómo es posible que aquí nos alcance su hedor?¿ Acaso su peste es Capaz de sortear kilómetros y kilómetros de un jardín que les es prohibido?
-Si- respondió acuchillando varias veces su garganta- ya que la pobreza también habita dentro de sus muros.
-¿Ya?- tras una sombra apareció el cocinero.
-Si, ya puedes decir que habrán las puertas a todo el mundo. Somos libres para vivir nuestros propios errores.
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9 agosto 2016
La empresa se compromete a suministrar las herramientas necesarias para que el trabajador pueda realizar su faena. Este recibirá: un bolígrafo, una hoja de papel y un orinal a compartir entre toda la plantilla.
Con estos elementos el empleado ha de realizar maravillas y conseguir unos buenos dividendos para el empresario.
cualquier desviación a la baja de la producción sera achacada al trabajador y se le preguntara por problemas familiares para exigirle una pronta recuperación. Cualquier crecimiento sera celebrado con palmaditas en la espalda. Evidentemente, gracias al plan de la empresa, subiremos y se le entregara un folio más a modo de recompensa, para que no tenga que seguir haciendo filigranas al rellenar el primero. Esta muestra de confianza conllevara un aumento de los labores y el consiguiente incremento de la riqueza.
La empresa agradece el pequeño esfuerzo que se le exige al trabajador para estar a la altura de las enormes expectativas depositados en él.
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8 septiembre 2014
Dice el pequeño comercio que te conoce. Que si lo necesitas te abrirá un pequeña cuenta para los años difíciles, para que le vayas pagando poquito a poco y así le puedas seguir comprando, jamas olvides comprarle.
El gran empresario te lo fracciona todo sin intereses, se lo gestiona una financiera amiga y también quiere ser tu amigo. Conoce tus deseos oscuros, susurra tentaciones para que suenen a grito y, por supuesto, cómprale.
La idea es que todo comerciante, un mindundi o uno enorme, quiere dinero para subsistir, para crecer, para seguir siendo tu amo incluso cuando te ama. Por eso arden las tiendas y la gente roba, reparten lo que consiguen para que hasta el que no tiene para comer pueda hacerlo. -todos sabemos hacer algo- gruñen los saqueadores- todos necesitamos zapateros, dentistas, constructores,… soñadores. Todos queremos comer bien y disfrutar de la vida.- Pero cuando se quedan sin cosas por rapiñar, cuando parece que tendrán que volver a ser esclavos, entienden verdaderamente las palabras: no necesitan los materiales, el dinero, ellos son su propia riqueza e intercambian sus manos. Todos tienen casas por que el albañil las levanta, por que el también come del granjero y escuchan música, leen poesía… comparten necesidades para poder vivir mejor.
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29 mayo 2013
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20 junio 2011
Tuvimos que estar dormidos para poder despertar en este mundo imperfecto. Soñábamos cualquier palabra amable y sonreíamos si nos prometían tranquilidad, protección, ayuda… no decíamos nada por qué teníamos miedo de esa pobreza que nos perseguía.- Siempre hay alguien peor- y esa era la excusa para no desobedecer. Nosotros mismos eramos soñadores del sistema, voceros de sus logros. Hablábamos de sus lujos mientras ignorábamos a las clases bajas por miedo a contaminarnos con sólo mirarlos.
De repente caímos sin darnos cuenta. El gobierno seguía siendo optimista y las palabras no dejaban lugar a dudas,- todo va bien-. Pero el sueldo desparecía mucho más rápido o simplemente no estaba. Con más miedo que antes apartábamos la mirada de los barrios marginales, buscábamos algún rincón a salvo de aquella crisis inexistente y sólo gritamos cuando ya no había ningún lugar en el que escondernos. Eran amigos, familiares, conocidos,… poco a poco todos íbamos convirtiéndonos en parados primero, pobres después…teníamos hambre y tuvimos que despertar a la fuerza.
Ahora ellos, que se han quedado dormidos en sus sillones, tienen miedo de nosotros. Saben que somos más, que con cada nuevo recorte aumentan nuestras filas y no pararemos hasta que todos seamos igual de ricos, igual de pobres…
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22 junio 2010
Carlos llegó a la ciudad y se sentó en un rincón a llorar- No tengo nada, nada de nada, nada-. Era lo único que parecía saber decir y alguien sintiendo pena le dio de comer, otro donde dormir y un tercero una forma de ganarse la vida.
Al principio, contento, se levantaba temprano. Cada mañana iba a trabajar y urdía un plan para dejarlo rápido- Es tan poquito, muy poco, poquísimo- fue su nueva consigna llena de lágrimas y pesadumbre. Enseguida llegó más comida, una habitación más grande y un trabajo con más responsabilidad.
Un tiempo y la situación se repetía con otra frase distinta- No es suficiente…quiero más…¡inclinaos ante mí escoria!- cada vez más autoritario, ascendiendo sin piedad. Ya no necesitaba manipular a nadie, podía chasquear sus dedos y una cohorte de acólitos se inclinaba ante el poder de su dinero. Pero Carlos no estaba feliz. Su supremacía le llenaba de orgullo, era un chico de la calle que se había labrado un porvenir, era la persona más influyente, ya no de la ciudad, del mundo entero pero…él quería seguir subiendo y no le quedaban metas por conquistar.
Un día Antonio llegó a la ciudad con mucha hambre…Carlos ya se había suicidado y el grupo de trepas comenzó a moverse ocupando los espacios vacíos. Quedaba un hueco en la zona más baja, donde los mendigos intentaban inútilmente despuntar. Antonio se sentó en aquel espacio y se preparó un bocadillo con lo poco que había conseguido aquella mañana, no estaba demasiado bueno pero mataba el hambre. Después estuvo haciendo algunas preguntas, buscando la manera de ganarse la vida allí. Lo único que le decían todos era que si sabía llorar todo sería muy fácil para él. Así se conseguían las cosas. Y lloró un poco, todo aquello lo entristecía. La gente se acercó para darle una limosna que él rechazó- Vivir de la amargura sólo me puede traer más melancolía. -Gracias, pero tengo que irme- y se marchó mientras la ciudad esperaba que llegase un nuevo pilar para su pirámide. La maquinaria no se puede desequilibrar.
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