6 junio 2023
Nadie creía que Jeremías fuese a regresar la primera vez, al menos no vivo.
No importaba que lo hubiesen probado antes con animales, que se hubiesen realizado todos los cálculos pertinentes o se lo jurasen por la gloria del niño Esús. Nadie dudaba de que él no regresaría del pícnic solar.
La nave tenía que superar el violento aterrizaje; su traje, a prueba del fuego más abrasador, debía protegerle y, tras media hora en la superficie solar, tenía que conseguir arrancar el cohete y traerlo de regreso.
Algo tenía que fallar y, contra todo pronóstico, aquello fue un paseo sin incidentes.
La prensa cubrió ampliamente la noticia.
Primer ser humano en viajar al sol y regresar con vida, con pequeñas variaciones ese fue el gran titular de todos los medios de la tierra y, después, una página entera anunciando la venta de billetes para una experiencia única.
El único requisito era poder pagarlo.
Los pícnics solares se convirtieron en algo común para las clases que se podían permitir hacer sombra a los desposeídos. Era la realidad de unos pocos, el sueño de muchos.
LaRataGris
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Escrito por laratagris
26 marzo 2021
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Escrito por laratagris
3 enero 2017
La ciudad era un lago de luz en el que ahogarnos cada noche. Habíamos seguido su rastro replasdenciente como pequeñas y crujientes moscas hipnotizadas por sus haces luminosos.
Siempre había alguien que te prevenía para que no te alejases- Siga la senda marcada, no se pierda.
Toda urbe era construida pensando los caminos. Los altos edificios proyectaban sombras por los rincones potencialmente peligrosos. Condenaban los callejones a la oscuridad más absoluta para que solo su senda fuese visible.
Aunque, si buscabas, siempre podías encontrar esas calles sin salida, donde se amontona a los desheredados, pero ¿quién querría buscar?.
Yo siempre era de los privilegiados. Siguiendo el rastro de las miguitas de pan, era imposible que me perdiese. Yo llegaría al lago de luz y tendría el privilegio de morir asfixiado en el. Yo era uno más, enamorado de lo cotidiano, fingiendo ser el rey de mi vertedero. Por eso no vi venir la caída, nunca se ve cuando te ciega el brillo, artificial, de la nada.
LaRataGris
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22 abril 2013
Borracho de palabras golpeó el papel hasta que la tinta manchó la hoja blanca. Clavo una y otra vez la pluma, rasgo la suave piel de celulosa sin darse cuenta que, su furia, no explicaba ninguna historia de final feliz. Era su animal tatuando gruñidos ininteligibles, era su derrota fingiendo ganar tiempo. Cuando acabó con aquel texto desordenado los acentos sobresalían como costillas rotas entre palabras sin sentido. Cercenó las faltas ortográficas del cadáver que acababa de construir, luego arrugo la hoja. Se le clavaron las astillas negras de letras entrelazadas- Mierda.- Le gritó al papel mientras lo golpeaba de una forma absurda.
– Muy maduro- le recriminó la sombra.
– Que sabeas tu- escupió sin siquiera girarse.
– Se que deberías venderlo.- le dijo con indiferencia- Ya no nos queda nada por culpa de tu orgullo.
– Cof, cof- la tos empezó a intensificarse mientras su obra ardía en cenicero de cristal- los caníbales- recitó- no se comerán mi alma.
– Eres un imbécil- sentenció escondida- Nos devora el hambre pero tu sigues pudiendo violar a tus textos hasta destrozarlos por que nadie te paga por ellos, eres mucho mas que un imbécil.
– Tampoco te he visto a ti salir a cazar mamuts últimamente- Fue su única contestación antes de comerse las cenizas de la víctima.- todos quieren poetas para sus panegíricos, todos necesitan bellas palabras.- luego eructo.
LaRataGris
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Escrito por laratagris
7 septiembre 2011
Nadie conocía aquella habitación en la mansión de los sirvientes. Se escondía entre sombras, tras una puerta cerrada con siete llaves y mil cerrojos. La habitaban seres olvidados que alguna vez habían sido humanos o al menos lo habían intentado. Era un pequeño club que pagaba a todo el personal. En apariencia no daban ordenes, no se relacionaban con sus esclavos y no existían. El viejo caserón era una buena tapadera para cualquier magnate excéntrico que quisiese pasar desapercibido o para una sociedad secreta que prefiriese mantenerse en el anonimato, desviando la atención.
Entre los mayordomos uno siempre tenía que ejercer de señor para levantar el menor número de sospechas posibles. Vivía a cuerpo de rey por tener un comportamiento disoluto y una actitud relajada ante la vida, se dejaba llevar.
Un día, en aquella habitación en la que no se ocultaba ni salia el sol, el cónclave observo a través de las pantallas que vigilaban el mundo, como este caía en un caos terrible. La gente empezaba a pedir libertad, a exigir derechos y ayudas para sobrevivir a la desesperación. Los amos del planeta se reunieron temiendo su final.- Hay demasiados pobres- gemía el semidiós más anciano- debemos suprimirlos- y todos aplaudieron la propuesta siempre que se hiciese de forma discreta y sin poner en peligro al grupo.
Mediante una circular interna ordenaron a sus operarios que iniciaran una campaña de apoyo a la pobreza, que se solidarizasen y preparasen el envío de todas las manzanas envenenadas que hiciesen falta, que las disfrazasen de manjar y la ofrecieran a los más necesitados para que el veneno pudiese arreglar los excesos de la propia guardia.
La operación fue todo un éxito acabaron con todos los que sobraban y, como siempre, nadie se entero.
LaRataGris.
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Escrito por laratagris
28 octubre 2008
Son como sombras chinescas hablando entre ellas. La más alta dice qeu no sabe de qué hablar, al contrario que la pequeñita y juguetona tiene tanto que expresar y tan poco tiempo como efímero día.
La grande insiste en callar, en ocultarse hasta el crepúsculo, morir en él sin que nadie sepa que un día pensó. Pero, oh!!!, los jóvenes, con sus bravatas, con sus sueños y esperanzas, no deja de hablar, no necesita ni respirar. A la grande esto le incomoda un poco, por si alguien la oye hablar:
«No deben saber de tu pensar»- le dice recriminandola. Pero por dentro sonríe, pues sabe que en otra puesta de sol fue menor y como a su amiga le gustó pensar. La diminuta sombra también sabe que la mayor pensó y que ella como la otra crecerá. Pero se entristece al pensar que podría cambiar como cambia quien se hace mayor. Decidió no crecer y luchar por ser sombra juvenil. Muere en la penumbra del callejón sin saber si otro día seguirá siendo así.
Y tu sombra ¿sabe pensar por sí?
LaRataGris.
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