El poeta, leído con desprecio y macárreo, declinó en latín para demostrar cultura. Contó su vida en verso y rezó tres ave María para que nada se saliese del camino.
– Hoy me levanté cansado. Tanto que ni me lave los dientes, ni canté, ni desayuné, ni me peiné; ni me puse las barbas de persona respetable. Fin.
Su familia le aplaude, le miente, le da un diez en poesía. Cuatro amigotes alimentan su ego.
– Eres el mejor
– Un poema necesario.
– Increíbles y fantásticas neuras.
Animado recitó con gran éxito y alboroto de sus padres: “Hora de comer», sigue con «Canción de ducha» o “me voy a dormir prontito que parece que molestes».
Intentaré ser poético para que la gente que no ve la realidad o parece pintarla de un color rosa pueda, lo diré con un quizá, quizá pueda entenderme.
Cada día el hombre que gobierna en mi trabajo me pedía que me tumbase en el suelo para que a él le fuese más sencillo defecar en mi boca abierta.
Muchas veces tener un trabajo, incluso en los tiempos que corren, no es un gran chollo- aunque te de para comer, guiño, guiño y arcadas.
Quejarse, exigir más derechos,es bueno para todos y todas. Deberíamos apoyarnos, no hundirnos. Mientras los trabajadores, activos o parados, sigamos dispersos y serviles seguirán cagando sobre nosotros mientras, encima, se lo tenemos que agradecer al señorito del Cortijo.
Feliz día del trabajador y que no decaiga el resto del año leches.
El poeta vivía un sueño de palabras delicadas, con las que construía frágiles fortalezas de resistencia. Pintaba la realidad con plastidecores y tinta china pero, siempre el hambre, acababa guiando sus pasos por los caminos de la condena. Tenía un trabajo prisión en el que debía producir grises.
Cada día, el amo, contaba los excedentes que tenía que destruir-¡Tiene que sobrar más- gritaba cuando se sentía un pobre que no derrochaba, que malgastaba menos que su competidor- ¡Tenéis que ir más deprisa vamos, vagos, producid!
– Uno más- se decía el rapsoda- sólo uno más para poder comer.
Si nadie miraba escribía un verso apresurado, apenas un haiku, al que robarle el olor durante el resto de la jornada. Una esperanza.
-¡Señor Eme!- Su dueño estaba formado por los peores clichés de un tirano. Transmutado en cerdo sudoroso, de sonrisa parca y palabras ofensas- existe un rasgar de lápiz inapropiado en esta oficina, como si alguien escribiese versos para no estar trabajando ¿Sabe usted algo?
-Fue,- la hoja arrugada de palabras se pierde en el bolsillo- fue sólo un instante.
– Ha de producir, esclavo. No le pago para holgazanear. Que no se repita.
Una cámara comenzó a seguir sus pasos de poeta, alguien contaba las veces que respiraba, si perdía algún segundo en un movimiento innecesario.
Me duele el hambre. Yo que sólo necesito un punto pequeñito donde caerme muerto, beber el aire de forma suave y pausada. Me obligan a la inmediatez, a lo mundano.
Me duele el hambre, amigo mio, de una forma que sólo puede ser sentida, me es imposible explicarte como me esta pudriendo por dentro esta sin razón que es el trabajo.
Me duele y se me corta el aliento con lo que quieren que haga y hago. Me sienta tan sucio este traje de obligaciones que me desnudaría para no necesitar sus telas infectadas. Quedaría a la vista, igual que en esta carta que te mando, comería vientos si no me doliese tanto este hambre que me destroza.
-¡Señor Eme!- siempre otro grito- salga del lavabo, ya lleva demasiados segundos sin hacerme ganar más dinero- pero Eme se había marchado.
Barrio de la talus. Año uno después de la cuarta crisis.
-Cuando Ramon Seisdedos Marquez, vecino del popular barrio del Talus, murió su único pariente vivo conocido, un chihuahua al que quería como a un hijo, heredó todas las facturas y compromisos del amo.
– Guau
-Intuyendo la imposibilidad de recuperar su dinero los diversos acreedores han interpuesto una demanda colectiva con la intención de que, en palabras del abogado principal de la acusación, Ese maldito chucho del diablo sienta todo el peso de la ley.
-Guau, guau.
– Te has fijado- señala el televisor- el perro le esta meando la pantorrilla.
– Apaga eso antes de que te quedes…
– Más idiota de lo que ya eres, aunque sea imposible- pronuncia cada palabra con la desgana de haberla escuchado mil veces- deberías empezar a buscar comentarios más originales si no quieres que te los roben antes de tiempo, empiezas a repetirte
Ignorándolo coloca el último palillo de una torre eiffel levantada a base de mondadientes planos- listo, otro monumento para la colección.
– Sabes, por esta vez te haré caso- apaga la caja tonta enmudeciendo el aire. Lleno de vacío se ve en la necesidad de romper el silencio- total ahora van a hablar del tipo ese que no deja de insultar a la ONU
– ¿Hank?
– Como se llame, el de: ¡Os voy a meter una bomba por el culo a todos los representantes de las Naciones Unidas! Puto pirado. La tele necesita dejar espacio para la poesía- se levanta impulsado por un resorte imaginario y con las manos clamando al cielo recita
– El cielo susurra tu nombre
y se que eres mi hombre.
Aunque me robases el coche
te amaría toda la noche.
– Cállate ya- se apresura a detenerle- eres un pésimo poeta, aunque existiese ese delicado espacio tu no estarías invitado a el.
Antes de que pueda mandarlo a la mierda el tintineo de la vieja campanilla de la puerta llama su atención.
– Buenas tardes- Un hombre alto, de rostro impenetrable, entra cojeando a la oficina. Viste de una forma demasiado elegante para esa zona de la ciudad.
– Buenas tardes- contestan al unísono mientras Harold comienza a fingir que escribe palabras en el portátil apagado
Lloyd se levanta tendiéndole la mano al recién llegado.- Señor Hank, por la tele parece usted muchisimo más enfadado.
– No han de preocuparse- contesta el extraño- si no son de la O.N.U. no tengo nada contra ustedes. Además, preciso de su ayuda.
– Usted dirá -Lloyd se recoloca en la silla mientras le señala otra a Hank.
– Mi socio acaba de morir y quiero que encuentren algo que me intento esconder toda su vida.
Sede secreta, no oficial, de la organización de las naciones unidas:
El operario quince mil uno juguetea con un post-it rosa fluorescente, lleno de manchas de tinta y palabras parecidas a los surcos de un riachuelo.
– Se requiere cierta habilidad- explica el agente especial cero cero setenta y siete- para que tu escritura suene como una línea sin sentido. Es una clave complicada de descifrar- mira orgulloso de su habilidad, hinchando la papada como un sapo rechoncho.
– Y, ¿Qué pone?- Quince mil uno se humedece los labios mientras observa el galimatías allí escrito, sin demasiada esperanza de poder entenderlo a menos que setenta y siete empiece a colaborar.
– Es sobre el contacto de Hank con la agencia de detectives.
-¿ Si?- le apremia quince mil uno mientras teclea en una vieja máquina taquigráfica-¿De qué hablaron?
– Hank les ha estado hablando del chihuahua y de los monumentos ridículos. La lengua le daba zarpazos a ese malnacido. Parecía como si no pudiese parar de largar
– ¿Crees que pueda haber comprometido nuestros intereses?
– No, dependerá de lo que encuentren. De momento sólo han aceptado el caso para poder cobrar. Pero ya nos ocuparemos de que no halla nada al final del camino que les haga albergar alguna duda sobre nuestras buenas intenciones.
– ¿Qué nuevo curso ha de tomar la acción?
– Continuar la persecución camuflada del individuo, intentar desviar la atención de los investigadores sobre otras construcciones mínimas que les impida desentrañar los misterios de los monumentos ridículos. Eliminar al chihuahua antes de que consigan el collar ultrasónico.
– ¿Coste total?
– Siete hombres y seis días.
– Excelente- con un gesto despacha al agente mientras revisa la hoja para comprobar que todo este anotado. Una vez satisfecho busca un hueco entre los archivos clasificados sobre Hank. Demasiado papeleo, piensa a la par que anota en una esquina: referencia cuatro cientos ventiseis. Contacto agencia- tocapelotas: ver papelera. Y lanza una bola de papel arrugado, con todo lo que acababa de escribir, a la basura. Se queda unicamente el post-it, que pega sobre la portada para que no se pierda.
LaRataGris
Fin capitulo uno.
Bestseller para Insectos comunes, principios sin final.
Acabas de leer la nueva aventura de Insectos comunes. Se trataba de escribir el primer capítulo de un bestseller. El título estaba escogido según las iniciales del nombre de cada uno de los componentes y una tabla elaborada por el Cerdo Venusiano. Existían varias normas al respecto que espero haber cumplido.
A mis compañeros y compañera les toco otros titulos, a cual más loco, disfrutalos: Poe y los castigos rojos por Esther Magar
Dice el pequeño comercio que te conoce. Que si lo necesitas te abrirá un pequeña cuenta para los años difíciles, para que le vayas pagando poquito a poco y así le puedas seguir comprando, jamas olvides comprarle.
El gran empresario te lo fracciona todo sin intereses, se lo gestiona una financiera amiga y también quiere ser tu amigo. Conoce tus deseos oscuros, susurra tentaciones para que suenen a grito y, por supuesto, cómprale.
La idea es que todo comerciante, un mindundi o uno enorme, quiere dinero para subsistir, para crecer, para seguir siendo tu amo incluso cuando te ama. Por eso arden las tiendas y la gente roba, reparten lo que consiguen para que hasta el que no tiene para comer pueda hacerlo. -todos sabemos hacer algo- gruñen los saqueadores- todos necesitamos zapateros, dentistas, constructores,… soñadores. Todos queremos comer bien y disfrutar de la vida.- Pero cuando se quedan sin cosas por rapiñar, cuando parece que tendrán que volver a ser esclavos, entienden verdaderamente las palabras: no necesitan los materiales, el dinero, ellos son su propia riqueza e intercambian sus manos. Todos tienen casas por que el albañil las levanta, por que el también come del granjero y escuchan música, leen poesía… comparten necesidades para poder vivir mejor.
Debajo de la corteza terrestre también
a veces un sístole,
a veces un diástole,
un pecho a veces
y una caja torácica siempre
con un enjambre de moscas
saliendo de entre las costillas.
– Entonces,- dijo Honky Chonqui- ¿no es poema lo que no es poesía?
– Claro que no- se echo las manos a la cabeza Tralari.- Es que no has aprendido nada de lo que te he enseñado. Te lo tendré que volver a repetir todo una y mil veces antes de que me prestes verdadera atención y, así, no me vuelvas a hacer una pregunta tan sumamente estúpida. ¿Acaso no sabes ya sumar y restar versos para saber que sólo la poesía es poema?
– No es eso maestro.- Se ofendió el joven Chonqui- Domino todas las operaciones aritméticas derivadas de las rimas, se escribir sonetos numéricos, recitar en voz baja, para dentro, cualquiera de los resultados tabulados para las diferentes estructuras ornamentales… se todo lo que me has dicho pero, en mi ignorancia, necesitaba aprender algo que no existe, una poesía que no se encuentre en los libros, carente de los ritmos y las cadencias clásicas.
– Quimeras de locos,- Grito el maestro- juegos para niños sin educación.- Después se retiró dejando un libro de ejercicios sobre la mesa.
Su discípulo arrugó un poco más el papel que había mantenido en su puño cerrado. Escrito con palabras no numeradas, dibujadas sobre el latido de su corazón.- Jamás se dividirán en la forma correcta y adecuada-. Respiró rápidamente sus pensamientos para que no impregnaran la habitación y empezó a contar los caracteres del poema-ejercicio que le había dejado Tralari- Mil cuatrocientas cuarenta y nueve – pensó- debe ser un gran poema.