Por supuesto que él era un gigante. El espejo no mentía y siempre tenía que agachar la cabeza en todas las casas para no darse con el techo. Podía respirar las nubes o bailar con las canciones de las estrellas y, aun así, los diminutos seres con los que compartía ciudad no le mostraban el debido respeto.
Si con un soplo de aire podía barrerlos de la faz de la tierra, si de un solo manotazo era capaz de matar a un millón ¿por qué no agachaban la cabeza?
Los pobres incautos lo trataban con normalidad, le saludaban, mantenían conversaciones en las que lo incluían sin huir despavoridos ¿Por qué?
-Es que-le explicó su mejor amigo- estamos educados en el respeto a la diferencia, no eres tan grande como crees y la vida no debería ser una lucha de humanos y gigantes, eso sería devastador para la tierra.
En ese mismo instante su cabeza exploto ante la revelación, todo tenía sentido. Empezó a verse como uno más construyendo un mundo mejor.
Al revés: dicese de algo o alguien que esta del lado contrario al que le tocaría, de forma literal o metafórica.
Ya en el siglo XV empieza a identificarse individuos con pies por cabeza a los que se les denomina los berréicos, por los berridos que proferían durante los festivales de la luna nueva. Es más tarde, a finales del mismo siglo, que se acortaría para reconocerlos como los al vérres, termino actualmente en desuso por el más común, al revés. Con el paso de los años fue ganando fuerza una concepción más genérica de la palabra para dejar de ser mera mofa del grupo anteriormente citado. Es en este punto cuando obtiene un significado más amplio, llegando a describir cualquier situación anómala. De echo, entrados ya en el nuevo siglo, desaparecen todos los miembros berréicos y se deshace la sociedad, pasando a ser al vérres vox populi de su segunda acepción.
No se sabe muy bien ni cuando, ni por qué, desaparece la raiz al vérres por la inversión silábica. Se cree que el mismo populacho decidió que fuese una broma, escribir al vérres al reves, el que fue aceptando la sustitución del termino correcto por el incorrecto. Las juventudes de las élites acaudaladas de la época acaban por usarlo como diferenciación respecto a sus mayores e incluso los adultos acaban por adoptarla para aparentar cierta mocedad.
Finalmente la real academia de la lengua se ve obligada a aceptar el termino en uno de sus primeros decretos, halla por el mil setecientos trece, abrumados por el uso popular. Primero como una nota aclaratoria de la palabra inicial pero, actualmente, borrando cualquier rastro de su etimología.
En nuestros días a llegado a desaparecer de infinidad de textos que se han ido adaptando a los tiempos modernos. Prueba de ello todo un fragmento del quijote en el que Sancho intenta hacer entrar en razón al noble caballero sobre el uso correcto de al vérres en una discusión tabernaria, hoy ese pasaje parece no haber existido.
Ya en el presente, algún autor contemporánea, ha intentado reintroducir el termino con escasa fortuna, convirtiéndose inmediatamente en objeto de burla por parte de compañeros menos informados.
Desde la plataforma por la recuperación de termino en desuso queremos romper una lanza en favor del hermoso vocablo y devolverle su corrección académica.
En palabras de Lorca en su conocido haiku al vérres: que el pasado nos muestre el futuro. No debemos permitir que el futuro sea el que reescriba el pasado.
-¿Cuantos como yo habrán existido?- se preguntó número uno- No los uno que cuenta la historia, ni los que son honrados con estatuas. Ya se de los importantes pero, en total, ¿cuantos son realmente los que han existido? Contando incluso a los más fugaces, los que, para que se les acabase rápido su mandato, fuero envenenados nada más jurar el cargo. ¿cuantos?- según sus elucubraciones: contando los años transcurridos en civilización, la duración de los famosos, la hipotética resistencia al cuchillo en la espalda…pudiera ser que fuesen más de mil números uno.
Su salamandra, de un color rosado y diamantes incrustados, se revolvía en su regazo con cada una de las dudas del amo- que absurdo- soñaba las palabras- preocuparse por tales menudencias mientras ostenta un cargo tan excelso. A quien le importa cuantos fueron los número uno si sólo eres un pelele en un puesto creado para fingir que todo funciona bien, igual que siempre. A quien le importa quien fuera la salamandra primigenia si soy yo su sustituta, si soy yo la que esta aquí.
Pero de nada servía lo que ella pensase; Uno se creía demasiado importante y tenía tanto tiempo para no hacer otra cosa que pensar en chorradas que las preguntas seguían flotando en su cabeza.