Cuentos por escribir

7 febrero 2013

-¿ Qué haces? – y Jo lo despierta del sueño de describir sin papel.

– Nada,- vuelve a respirar hondo la realidad- estaba a años luz, justificando la obra.- y la respuesta es un tramite para estar conectados un momento, igual que lo fue la pregunta primero. Empiezan a divagar sobre cualquier otra cosa antes de que él vuelva a dormirse sobre la hoja blanca y ella regrese a su mundo de pinceles manchados de miedos y esperanzas.

– Erase una vez- en su cabeza resuenan los principios de siempre necesitados de un final propio- un rey, la desgraciada de su mujer y tres hijos estúpidos con tres fortunas por nacer donde nacieron, con nada por demostrar y todo por recoger…

-¿ Como piensas explicar todo eso

– No tengo ni idea muchacho- se separa de la otra realidad.

– Es muy real,- se ríe- te meterás en un problema.

– claro, ja ja ja, son reyes, por eso son reales.- y los dos estallan por jugar con las palabras como niños pequeños.

– Caca, culo, pedo, pis. ¿ Quieres una birra?- y Eugenio abre las dos sabiendo que, el casi abstemio, le dirá que no. Que se las tendrá que tomar solo por no desperdiciarlas- Me encanta ofrecerte por que darte es recibir el doble. Pero no te desvíes,¿ como piensas justificarlo?

– Yo que se,- se despierta con cada acento- la realidad funciona a golpe de imposibles y la gente se alegra, lo ve normal.

– La suerte que llaman- levanta la botella- brindemos por ella.

– Si, pero en literatura no funciona. Si no atas todos los cabos el relato se va a la mierda.

-¿ Jo?- llama entre trago y trago- estas escuchando las milongas de este muermo.

– No, pero traigo ganchitos.

– Pues casi mejor, acércate y tráete unas cervecitas.

– Erre, Eu- Les avisa desde el sofá-¿ Queréis ver los cuentos dormideros? Empiezan ahora.

Eugenio espanta las pulgas del sueño y le echa un vistazo a la tele- Uff, Jo, solo son políticos en campaña.

– Acaso no hay mejor cuento. Explican todo lo importante que no piensan cumplir.

– Y no te olvides que aburren hasta dormirnos- puntualiza el tercero.- Estos si que saben contar cuentos ¿ Como conseguirán que siga picando tanta gente?

– La mayoría ya ni les cree- Se aleja Jo- que se ha cansado al empezar el mitin- Lo tienen montado para que los cambios parezcan imposibles si no juegas con sus reglas y si participas, en realidad, sigue sin transformarse la realidad. Sabéis, mejor me voy a colorear el mundo.

– ¿ Para eso me levantas, Majo?- y Eugenio tampoco se para dispuesto a definir las cosas en la siguiente aventura- la próxima por algo importante, ¿ ok?

Coge el borrador de lo que lleva escrito- Menuda mierda- piensa intentando que ni Jo ni Eugenio le lean la mente. Dibuja un final feliz alternativo, arruga el papel y lo tira al cajón de proyectos inacabados.

-¿ Que pasa, roedor?- se acerca Eugenio.

– si,- deja de manchar el lienzo Jo- Espera a que otro lo destroce.

– No, gracias.- Intenta justificarse- me habían quedado unos personajes muy raros, un final sin sentido. Como cuando entra un dragón por la ventana.

– No te sigo, Rata.

– Si, hombre. Cuando un bicho que no debería estar aparece en escena, y segun el tamaño mas, ¿ que seria lo lógico?

– Salir por patas- dicen los tres a la vez.

– Pues los personajes, en los cuentos, se quedan, quieren saber por qué apareció la bestia. Como si no les importase sobrevivir.

– Sabéis,- se escucha a Jo sobre los grititos de Eugenio- esta genial que habléis de esto por que un enorme hipogrifo viene directo hacia nosotros. Así que ¿ que hacemos? ¿ huimos o ser súbditos de una mala comedia?

LaRataGris


El bosque salvaje

13 junio 2011

clorofila

Ilustración deMaria Jose Daffunchio y LaRataGris

Los bosques salvajes habían sido domesticados y sus rebaños vegetaban tranquilos en parques controlados. Apenas podían bañarse en sol, los rayos que llegaban tímidos quedaban atrapados en las sombras de los edificios y, las escasas caricias de luz, hacían que todos se peleasen por conquistar su roce. La vida se degradaba en aquel suelo sin sustrato.

Sólo algunas semillas se escapaban buscando un fin del mundo más feliz. La chica planta siempre las despedía mientras soñaba un infinito diferente. Le dolían las raíces de pensar en selvas vírgenes, libres y poderosas. Por eso se arranco de raíz.

Al salir se le quebraron los brotes tiernos y el tronco intentó flexionarse para imitar un caminar al que estaba desacostumbrada. Se alejo tambaleándose de la paz de la prisión. Sin despedirse del jardín lloró pasos de barro sobre la ciudad dormida. No había rincones de vida en ella, todo era cemento vistiendo, encorsetando al mundo. La belleza natural se había sustituido por un traje de calles y avenidas a ninguna parte, no parecía haber salida para aquel laberinto gris. Cada giro la llevaba al mismo escenario, matizaba algún contraste, otro edificio, una tienda diferente, las farolas con más o menos intensidad pero siempre idéntica desorientación. Cansada de perderse se tumbó en un portal donde sus raíces no pudieron conseguir agua o alimento.

Se empeñaban en limpiar la ciudad de pequeñeces. Hordas de basureros amanecían barriendo lo que inmediatamente después ensuciarían sus propios pies. La gente rodeaba las parcelas que iban desinfectando y las volvían a infectar en apenas unos segundos. El saberse inútiles desganaban sus acciones que, como en todos los trabajos, se convertían en aparentar una actividad intensa disimulando lo estéril del resultado. Por eso nadie recogió las hojas secas de aquella mala hierva acurrucada en penumbras. Sólo cuando comenzó a moverse, y creyeron que podía ser un mendigo protegiéndose del frío, les preocupó que la pobreza pudiese ser contagiosa. -Señora, por favor, le habla un funcionario- de educación forzada. Un por favor cargado que a la menor distracción; si la respuesta no es rápida, adecuada, sumisa,…- igualese o regrese a su ghetto.- La gente le hizo un pasillo de insultos. Los gritos y el calor, alejada de la tierra, zigzagueo sin saber donde buscar esa normalidad que le pedían.

La furia nacía de cada esquina y la chica planta sintió que para poder seguir buscando la libertad tendría que atraparse de otra manera, vivir este otoño que se había eternizado. Pasar desapercibida mutilándose las ramas hasta que llegue la nueva primavera. Empezó a deshojarse y un manto marrón tiñó de bosque el asfalto. La piel dura se deshizo y sus ojos de luna lloraron miel y sabia en una improvisado y pequeño riachuelo.

Ella se volvía más normal, mientras su promesa de mundo palidecía. Las esporas que desprendían su cuerpo buscaban tierra para sobrevivir. Tristes de asfalto se agarraron donde pudieron. Se enredaban en el pelo, quedaban atrapadas en las grietas de la piel, invadían mucosas y órganos vitales…germinaban azaleas y jazmín bajo la ropa sintética, se teñían de fragancia y frescor mientras ella se volvía más chica que quimera.

La nueva humana caminaba entre los cuerpos florecidos de quienes podrían haber sido sus iguales. Ahogados por la explosión de primavera, se retorcían como sinuosos troncos caídos y todos los perfumes de la vida danzaban poseídos por una repentina alegría. Se paró para acariciar un rebaño de dientes de león, cogió un poco de agua entre sus manos y dio de beber a las malas hierbas. Los jardines aún cercados, ajenos a la revolución externa, seguían peleando por un puntito de sol. Ella sonrió acompañada de la soledad de las plantas y bailo con los colores extraños. La ciudad se había disfrazado de lo que fue y poco a poco se abriría un nuevo suelo para este bosque salvaje.

LaRataGris.


Las flores del sueño

11 febrero 2011

El campo de la soledad

 

No recuerdo cómo llegamos a este yermo, si lo hicimos a la vez o por separado pero, un día estábamos los dos necesitándonos. Empezamos a rellenar carencias hasta convertirnos en una sola persona, sobreviviendo a aquel infierno de soledad con la suave caricia de nuestros labios. Si se nos llevaba el viento nos cogíamos de la mano, nos atábamos a la tierra y curábamos las heridas del golpe. Si uno sentía el miedo girándole el estómago, el otro se acurrucaba a su lado, temblando, lloriqueando,…consolando.

 

Nos perdimos mil veces en ese desierto antes de admitir que jamás tendría fin aquel rojo abrasador. Moriríamos allí en cuanto dejásemos de poder comernos, cuando nuestros cuerpos no regenerasen por las noches todo lo que nos alimentaba de día. Construimos nuestro hogar junto al único árbol que vimos después de rendirnos. Levantamos paredes de nada, acostándonos a dormir sobre el suelo rojizo mientras nuestro techo de nubes nos protegía de la lluvia de estrellas. Amanecíamos abrazados, soportando el frío del silencio.

 

miedo

ilustración de Juan Kalvellido y Maria Jose Daffunchio

 

El camino de las hojas

 

Cada mañana brotaban del árbol cientos de brillantes hojas de vivos colores. Parecían gritarle al hiriente monocromo del lugar. Una pequeña esperanza de vida tan efímera como los segundos que nacen para morir al instante. Como si fuese primavera y otoño a la vez se asomaban para caer y dejarse llevar por el viento. Nada las retenía, no quedaban recuerdos de su paso, se perdían en el horizonte. Al atardecer sólo quedaba un árbol calvo, de tronco rojo y enfermizo, como si la luz hubiese sido un sueño transitorio.

 

A fuerza de repetirse la fantasía, de formar parte del espectáculo matinal, fuimos construyendo en nuestra mente la idea de que, a lo mejor, era real. En un acto reflejo despertábamos sin nada que hacer, con los ojos enfocados hacia sus ramas. Seguíamos con la mirada su recorrido hasta verlas desaparecer, siempre en la misma dirección, una supuesta salida del infierno.

– Tal vez- me susurró desesperada de aquella cárcel sin muros- si realmente no es un sueño… puede que estén huyendo, que conozcan un camino y…quizá si las seguimos podamos escapar nosotros también.

La até tan fuerte como pude, como siempre habíamos hecho, asustado de que se la llevase la misma brisa que a las hojas. Le hablé de cuando buscábamos el final de la prisión, de cómo destrozamos nuestros pies para seguir estando en medio de la nada.- Es un camino de viento, solo tendríamos que dejarnos llevar pero, desaparecería dejándonos caer o, en sus caprichos, nos abandonaría a distintas corrientes, nos separaría dejándonos huérfanos. Es mejor olvidarnos…aceptar de una vez nuestra situación-.

 

Pasaban los días y parecía incapaz de sentirse viva. Se tumbó a los pies del árbol, se hizo un nudo en los labios y me quedé solo. En sus ojos se leía la pena de verse atrapada. Lamí sus heridas como siempre había hecho, pero esta vez se negaba a sobrevivir. Regué sus labios con mi sangre, intenté alimentarla.

 

Acaricié su rugosa piel con dientes afilados. Su cuerpo ya no regeneraba mis mordiscos, su carne se volvía insuficiente y poco gustosa. Me cansé de cuidarla.

 

Empecé a tener siempre hambre. Mi cuerpo se retorcía hueco, se hacía pequeño y me costaba moverme. Miré a mi alrededor siempre igual. Ya no tenía sentido poder caminar. Brotaron raíces de mis piernas, se formaron ramas en mi cabeza y me convertí en un árbol como el que nos había cobijado, fue lo único que se me ocurrió para poder resistir.

 

Las hojas de viento.

 

Un día ella se levantó. Comenzó a caminar ligera sin el peso de su cuerpo. Bajo sus pies ya no quedaba mundo. Surcaba la senda del viento, rodeada de hojas multicolores que seguían su mismo camino. Avanzaban los kilómetros y empezaron a perder su color, se hacían transparentes, más suaves y delicadas. Se convertían en hojas de viento y se disgregaban libres. Su imagen también cambiaba, poco a poco se volvía invisible, desaparecía igual que mis flores del sueño en cada amanecer.

 

 

LaRataGris.




Viviendo un reflejo

27 enero 2011
συζήτηση

ilustración de Maria Jose Daffunchio.

A veces, me pregunto quién es el creador original de los reflejos. Tal vez sea yo por habérmelo planteado. Mi pensamiento es lo que me aleja de todas las imágenes pero, a la vez, parecen tener una autonomía propia, una forma de desplazarse que no me pertenece.

Yo fui uno de tantos. Me perdía en conversaciones que nadie escuchaba, oía el rumor de una contestación que no me interesaba y al final nos despedíamos con la corrección debida. Todo perfectamente estudiado para no tener que implicar a nuestras ideas. Sólo frases hechas, aprendidas desde la niñez. Una simple mirada, un gesto, podía servirnos para ahuyentar el tedio de la explicación; inclinabas la cabeza con respeto y ya llevaba su hola, adiós y deseo de felicidad. Sin necesidad de diálogo el razonamiento se fue pudriendo. Nos convertimos en máquinas, reflejos de vida, imágenes que necesitan un original del que copiarse.

 

Sin darnos cuenta sustituimos interlocutores por viento. Lanzábamos las mismas palabras, acompañadas de las pausas, los gestos, las intenciones…pero hablábamos solos. Nos entretenían las tonterías de siempre, sin necesidad de réplica. Supongo que eso fue lo que sucedió…yo recuerdo seguir hablando, no sé con quién, de qué, dónde…pero yo decía, eso es incuestionable. Un día me resfrié, algo tan simple y un estornudo me hicieron callar. Aún en silencio escuché las palabras que iba a pronunciar, salían de otra garganta, de dos, de mil, de todo el que me rodeada. Absolutamente todos producían un eco perfecto, duplicaban las voces, los mismos significados huecos. Miré a mi alrededor fijándome en aquellos reflejos de lo que yo mismo era un segundo atrás. Caminaban con la mirada perdida en su destino, se esquivaban como en un acompasado engranaje. Sólo yo, ajeno a la repetición, molestaba su ir y venir.

 

Parecían hablar mientras reproducían algo aprendido hace tiempo. Lo escuchaba en mi cabeza, me pedía salir de nuevo. En ese momento me di cuenta que yo era lo más parecido a la libertad. Podía formar una palabra nueva fuera de aquel flujo. Decir cualquier cosa aunque no tuviese a quién. Grité un algo sin sentido, fue lo único que se me ocurrió, una impotencia, un lamento…unos signos diferentes antes de volver a ser parte del conjunto, antes de borrar de mi mente que, a veces, me pregunto quién es el creador original de los reflejos.

LaRataGris.


Reescribiendo margarita

19 noviembre 2010
Dafne

ilustración de Maria Jose Daffunchio.

Erase una vez un quizá en el pétalo de una margarita, un tal vez o depende y puede…mientras se iba deshojando. Cuando el tiempo reescribió las historias borro la inocencia y las respuestas fáciles. En cada nueva flor que se le marchitaba entre las manos se añadían mil por qué, justificaciones, miedos. Uno de sus ojos ya no quería ni mirar asustado, el otro fingía un falso valor y confianza para que el resto de su cuerpo no huyera en estampida, acabaría desmembrada, esparcida en pequeños trocitos de lo que fue.

Un abrazo ata sus partes, una caricia con la lengua- ¿Qué te han dicho los pétalos? ¿sigo enamorada?- La voz suave la arrulla, la desarma y olvida todo lo que ha leído. Las páginas florales quedan en blanco para volver a enamorarse.

-No me han dicho nada, tendremos que predecir nuestro propio futuro.

LaRataGris.


El sueño de las palabras

15 noviembre 2010
dibujo maria jose

ilustración de Maria Jose Daffunchio.

Me quede dormida sobre fantasías ajenas, en un duro colchón de palabras e ideas. La realidad se me había antojado un lugar inhóspito, triste y oscuro,…vacío si no lo llenaba con todo el camino memorizado. Así que seguí recorriendo algunos de los más hermosos pasajes, me crucé con mis héroes y villanos favoritos, las ciudades ardiendo, revoluciones perdidas que en mi mente triunfaban por que era lo correcto…respiraba la magia, el olor y silencio de un momento descrito.

Más tarde, cuando desperté de mi pequeña muerte, todo me pertenecía. Yo era la dueña de las palabras y a la vez su libertadora. Los cazadores las habían encerrado en jaulas de papel, donde domesticar y moldear sus antojos. Rabiosas por el cautiverio, las ideas-palabras, mordían cada mente dispuesta a escuchar, se hacían fuertes y gritaban a través de su huésped. Yo, soy parte de ese eco.

LaRataGris.