Generaciones

31 diciembre 2017

generaciones

Intentar que los años no pasen factura, que la niña que siempre vuelve a nacer en mi corazón tenga el camino libre para cometer sus propios errores.

Empezar otra vez de cero, intentando perder sólo aquella sabiduría que me lastra con miedos.

Estar sólo y a la vez acompañado, haciendo equilibrios y malabares por el placer de jugar.

Estar vivo a mi manera.

Que todo nos funcione como ha de funcionar y si no es así destruyámoslo para poder empezar de nuevo.

Salud y feliz año nuevo

LaRataGris

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Disidencia artística

21 julio 2011

Temblando cogió los pinceles y la latita de pintura color miel. Llevaba tanto tiempo asustado, sin atreverse a sacarlos, que casi no se fijo en que estaban despeinados, con la mitad de los pelos caídos y la otra a punto de desaparecer. Mojó la puntita en la miel y salpicó una pared protegida por sombras y silencio. Era un color horrible para vender una revolución, nada agresivo, ni alentador o persuasivo… casi quedaba escondido en las mismas penumbras que lo ocultaban a el. Aún así trazó la idea clandestina y salió corriendo antes de que alguien lo viera. No respiró hasta estar tres calles más allá, cerca de su refugio.

Subió las escaleras de tres en tres, sin saber de donde sacaba las fuerzas que le habían ido quitando los años. Abrió tan deprisa como pudo y se encerró de un fuerte golpe- Es sólo una pintada- pensó- nadie me ha visto, no buscaran culpables por una chiquillada.

Al día siguiente Marta le preguntó con la mirada y el asintió ligeramente. Seguía teniendo miedo. – No quiero hacerlo de nuevo- le gritó con un susurró a la hora de comer- ya no tengo quince años.- Ella no dijo nada, se limito a sonreírle de una forma boba y complaciente. Aquella tarde se perdieron en un cine, una vieja película y palomitas… jamas volvieron a hablar sobre aquello.

LaRataGris


Buscando c

23 mayo 2011

buscando c

Yo soy la alternativa ilegalizada, el sueño marginado, la que juega limpio en una partida amañada. Me ridiculizas por pensar en mundos justos, ninguneas mis palabras, las perviertes haciéndolas parecer cuentos infantiles en tierra de lobos.

-Pierde la inocencia, Caperucita- me sonríes tentador- acepta la tristeza, camina vencida y deja atrás las ilusiones que te ciegan, que te llevan de derrota en derrota.

Siento tus dientes fríos en el miedo de mi cuello, la respiración entrecortada, las orejas atentas, los ojos grandes persiguiendo todos mis movimientos y las garras esperando mi suplica para darme perdón- No puedo vivir en tu realidad. Me ahogas si no soy como tu, me despellejas y dices que tiene que ser así….ya estoy cansada de correr. Ha llegado mi momento.-

Soy una utopía, una quimera a la que das caza para que nadie se contagie de fantasías. Soy la alternativa que enmascaran tus resultados, oculta, despreciada… siempre esperando sin estar quieta.

-Una vez más la alternativa estuvo en la calle-

LaRataGris.


Las flores del sueño

11 febrero 2011

El campo de la soledad

 

No recuerdo cómo llegamos a este yermo, si lo hicimos a la vez o por separado pero, un día estábamos los dos necesitándonos. Empezamos a rellenar carencias hasta convertirnos en una sola persona, sobreviviendo a aquel infierno de soledad con la suave caricia de nuestros labios. Si se nos llevaba el viento nos cogíamos de la mano, nos atábamos a la tierra y curábamos las heridas del golpe. Si uno sentía el miedo girándole el estómago, el otro se acurrucaba a su lado, temblando, lloriqueando,…consolando.

 

Nos perdimos mil veces en ese desierto antes de admitir que jamás tendría fin aquel rojo abrasador. Moriríamos allí en cuanto dejásemos de poder comernos, cuando nuestros cuerpos no regenerasen por las noches todo lo que nos alimentaba de día. Construimos nuestro hogar junto al único árbol que vimos después de rendirnos. Levantamos paredes de nada, acostándonos a dormir sobre el suelo rojizo mientras nuestro techo de nubes nos protegía de la lluvia de estrellas. Amanecíamos abrazados, soportando el frío del silencio.

 

miedo

ilustración de Juan Kalvellido y Maria Jose Daffunchio

 

El camino de las hojas

 

Cada mañana brotaban del árbol cientos de brillantes hojas de vivos colores. Parecían gritarle al hiriente monocromo del lugar. Una pequeña esperanza de vida tan efímera como los segundos que nacen para morir al instante. Como si fuese primavera y otoño a la vez se asomaban para caer y dejarse llevar por el viento. Nada las retenía, no quedaban recuerdos de su paso, se perdían en el horizonte. Al atardecer sólo quedaba un árbol calvo, de tronco rojo y enfermizo, como si la luz hubiese sido un sueño transitorio.

 

A fuerza de repetirse la fantasía, de formar parte del espectáculo matinal, fuimos construyendo en nuestra mente la idea de que, a lo mejor, era real. En un acto reflejo despertábamos sin nada que hacer, con los ojos enfocados hacia sus ramas. Seguíamos con la mirada su recorrido hasta verlas desaparecer, siempre en la misma dirección, una supuesta salida del infierno.

– Tal vez- me susurró desesperada de aquella cárcel sin muros- si realmente no es un sueño… puede que estén huyendo, que conozcan un camino y…quizá si las seguimos podamos escapar nosotros también.

La até tan fuerte como pude, como siempre habíamos hecho, asustado de que se la llevase la misma brisa que a las hojas. Le hablé de cuando buscábamos el final de la prisión, de cómo destrozamos nuestros pies para seguir estando en medio de la nada.- Es un camino de viento, solo tendríamos que dejarnos llevar pero, desaparecería dejándonos caer o, en sus caprichos, nos abandonaría a distintas corrientes, nos separaría dejándonos huérfanos. Es mejor olvidarnos…aceptar de una vez nuestra situación-.

 

Pasaban los días y parecía incapaz de sentirse viva. Se tumbó a los pies del árbol, se hizo un nudo en los labios y me quedé solo. En sus ojos se leía la pena de verse atrapada. Lamí sus heridas como siempre había hecho, pero esta vez se negaba a sobrevivir. Regué sus labios con mi sangre, intenté alimentarla.

 

Acaricié su rugosa piel con dientes afilados. Su cuerpo ya no regeneraba mis mordiscos, su carne se volvía insuficiente y poco gustosa. Me cansé de cuidarla.

 

Empecé a tener siempre hambre. Mi cuerpo se retorcía hueco, se hacía pequeño y me costaba moverme. Miré a mi alrededor siempre igual. Ya no tenía sentido poder caminar. Brotaron raíces de mis piernas, se formaron ramas en mi cabeza y me convertí en un árbol como el que nos había cobijado, fue lo único que se me ocurrió para poder resistir.

 

Las hojas de viento.

 

Un día ella se levantó. Comenzó a caminar ligera sin el peso de su cuerpo. Bajo sus pies ya no quedaba mundo. Surcaba la senda del viento, rodeada de hojas multicolores que seguían su mismo camino. Avanzaban los kilómetros y empezaron a perder su color, se hacían transparentes, más suaves y delicadas. Se convertían en hojas de viento y se disgregaban libres. Su imagen también cambiaba, poco a poco se volvía invisible, desaparecía igual que mis flores del sueño en cada amanecer.

 

 

LaRataGris.




Viviendo un reflejo

27 enero 2011
συζήτηση

ilustración de Maria Jose Daffunchio.

A veces, me pregunto quién es el creador original de los reflejos. Tal vez sea yo por habérmelo planteado. Mi pensamiento es lo que me aleja de todas las imágenes pero, a la vez, parecen tener una autonomía propia, una forma de desplazarse que no me pertenece.

Yo fui uno de tantos. Me perdía en conversaciones que nadie escuchaba, oía el rumor de una contestación que no me interesaba y al final nos despedíamos con la corrección debida. Todo perfectamente estudiado para no tener que implicar a nuestras ideas. Sólo frases hechas, aprendidas desde la niñez. Una simple mirada, un gesto, podía servirnos para ahuyentar el tedio de la explicación; inclinabas la cabeza con respeto y ya llevaba su hola, adiós y deseo de felicidad. Sin necesidad de diálogo el razonamiento se fue pudriendo. Nos convertimos en máquinas, reflejos de vida, imágenes que necesitan un original del que copiarse.

 

Sin darnos cuenta sustituimos interlocutores por viento. Lanzábamos las mismas palabras, acompañadas de las pausas, los gestos, las intenciones…pero hablábamos solos. Nos entretenían las tonterías de siempre, sin necesidad de réplica. Supongo que eso fue lo que sucedió…yo recuerdo seguir hablando, no sé con quién, de qué, dónde…pero yo decía, eso es incuestionable. Un día me resfrié, algo tan simple y un estornudo me hicieron callar. Aún en silencio escuché las palabras que iba a pronunciar, salían de otra garganta, de dos, de mil, de todo el que me rodeada. Absolutamente todos producían un eco perfecto, duplicaban las voces, los mismos significados huecos. Miré a mi alrededor fijándome en aquellos reflejos de lo que yo mismo era un segundo atrás. Caminaban con la mirada perdida en su destino, se esquivaban como en un acompasado engranaje. Sólo yo, ajeno a la repetición, molestaba su ir y venir.

 

Parecían hablar mientras reproducían algo aprendido hace tiempo. Lo escuchaba en mi cabeza, me pedía salir de nuevo. En ese momento me di cuenta que yo era lo más parecido a la libertad. Podía formar una palabra nueva fuera de aquel flujo. Decir cualquier cosa aunque no tuviese a quién. Grité un algo sin sentido, fue lo único que se me ocurrió, una impotencia, un lamento…unos signos diferentes antes de volver a ser parte del conjunto, antes de borrar de mi mente que, a veces, me pregunto quién es el creador original de los reflejos.

LaRataGris.


inútil

16 septiembre 2009

Soy inútil, soy mujer, porque así me hacen sentir. Buena para nada, de ese montón de la normalidad del que no te dejan escapar.

Estudié con la vana promesa de un futuro que, en realidad, es como el de todos, te apliques a los libros o a la cerveza. Más me hubiera valido no perder el tiempo y, quizá, ahora me sentiría mejor. Soy óptica por que me dio miedo suspender bellas artes. La cobardía me empujó y seguí caminando gracias a la inercia- Aquí,- pensé- obtendré un título que me permita comer- después quemaría el mundo con mis ilusiones.

Aquella carrera rezumaba rebotados. Vienen de sitios en los que no pudieron entrar gracias a una baja nota de corte. Se instalaron, como yo, en la rutina y la hacen suya. Tras dos o tres años en su facultad da miedo descubrir cómo la gente se miente para ser feliz, por el bien de su cordura- Esto es lo que siempre quise hacer, desde pequeñita- Eso es lo que cuentan, y, a veces, me creía sus fantasías. De repente, ves a alguien por aquellos pasillos, un compañero que conoces desde que quiso ser médico y que te explica como nunca hubiera soñado otra cosa que no fuese ser óptico. El descalabro es mayor con los que estan trabajando, dependientes con título, con aires de superioridad.

Yo no quise vivir ese autoengaño, me conformé con acabar lo antes posible para dedicarme a algo realmente hermoso. Me apliqué tanto en escapar que no ví lo que pasaba a mi alrededor. Hoy si me viera obligada a repetir, me quedaría en el bar; jugando a cartas, bebiendo, charlando. No volvería a perder mi tiempo de aquella manera. Cuando terminas se acaban las becas. Con una carrera las suponen innecesarias y cualquier otra universidad que tantees te sale al doble de lo que ya has pagado. Te tienes que poner a trabajar en prácticas, por un sueldo risorio, de los que te dan para bien poco pero te quitan todo el tiempo del mundo.

Al final desistes, buscas cualquier sitio con un sueldo decente, un horario que no te trate como una máquina que no necesita descanso. Obviamente no lo encuentras, el paraíso no existe y tras muchas entrevistas te das cuenta de que no estas preparada, eres fea y exiges demasiado, un poco de respeto que nadie te va a conceder. Sólo eres una puta que encima tiene que poner la cama.

LaRataGris.


Perdido en un mar de miedos

8 agosto 2009

Perdido en un mar de miedos


La estrella más cercana al Sol

5 agosto 2008

Subido en una escalera metálica, apoyado en la estrella más cercana al sol, peldaño a peldaño voy superando el miedo a las alturas para poder rozar uno solo de los rayos de ese trazo impreciso que es el dibujo de un niño.

Vaporosas nubes grises se transforman en siluetas conocidas que me saludan, que atravieso mientras acarician por detras de mis orejas susurrando que las estrellas pequeñas son más faciles de conseguir, siempre quietas en su balcón de cielo. Y las miro sin desearlas, sabiendo que si sería más sencillo recoger un puñado y echármelas al bolsillo, para regresar por propio pie a la tierra, pero no quiero puntos de luz. Así que continuo mi ascensión por un metal cada vez más rojo, sin que me abandone la idea que me ronda hasta llegar allí donde no puedo continuar.

Miro mi anhelo, solo alargar el brazo y acariciar su amarillo, soñar despierto. A menos que resbale, que pierdo el equilibrio que mi esfuerzo sea vano- ¡No ha de serlo!- con cuidadode no quemarme recojo la pequeñez que sostiene la escalera la guardo, y siento que agujerea mis pantalones escapando, arrancando rabia que dejo allí en recuerdo de lo que nunca olvidare, que la muerte de una caída me privo de arder cuando yo asi lo quise.

LaRataGris.