-Cuarenta. Cuarenta y pico- un pico pequeño, piensa intentando fingir que no existe el peso de los años. Luego sonríe para la foto, sin poder esconder sus ojos tristes.
-¿Cuánto llevas en la empresa?
-Más de media vida- eternidad. Como si su tiempo anterior fuese inexistente, una anécdota sin importancia, que nadie recuerda. Todo comienza al empezar a trabajar y, ahora, este homenaje.
La plantilla posa con uniformes nuevos, aseados hasta en lo invisible. Son el recuerdo y los valores de algo que la empresa necesita transmitir.
Otras tres fotos más para la revista interna.
-Cuarenta y pico años- esta vez deja que lo grabe un móvil. Montaran un video con los mejores instantes de la fiesta, mientras que él, desubicado, piensa que el mundo puede ser un lugar mejor. Sigue llorando por las injusticias, sigue teniendo las tonterías del adolescente que respira sueños y maravillas.
-La madurez-se dice- es solo una manera de aceptar la derrota: El mundo no va a cambiar, te insisten; asume que es así y así será. Con el consejo sentaras la cabeza, aceptarás la tristeza de este mundo de mierda. No quieren cambiar nada, ni lo malo ni lo peor.
Mi alma lejos y los pies encogidos. País de caricias solo eres un recuerdo del que me arrancan como una mala hierba. Busco otros jardines llenos de fragancias, otras arrugas en este desarraigo sin fecha de final.
Me pliego a cualquier complicidad, me finjo lleno y lo doy todo para que las flores sigan creciendo a mi alrededor.
Jardineros del rey se aprovechan de mi falta de suelo y yo… dejo que se aprovechen porque nadie viene a regarme, porque estoy demasiado débil como para hacerlo solo.
Nerestitis levantó la mano y se hizo el silencio. Levantó la mano y miraron su esbelta figura sobre la barandilla. Con melodiosa voz de ángel dijo algo ininteligible a aquella distancia. Mirando en otra dirección lo repitió, saludando a esa parte del público y, mientras todo el mundo aplaudía, se lanzó al vacío.
Con una belleza infinita acabó rompiendose tras un pequeño biombo. El jaleo de los vitores taparon el ruido gelatinoso al desaparecer.
– No se alejen – dijo el hombre de la compañia – en una hora más-. Otro ángel caído para un público entregado a la belleza de lo efímero.
Recogió la mesa deprisa porque quería descansar. Le quitó la mierda a los gatos, puso una lavadora, planchó y dobló ropa; pensó: ¿Mañana que podríamos comer? Y decidió, cocinó, guardó y explicó: Judías verdes salteadas. Se oyó un no: No me gusta, no quiero, hazme otra cosa.
Volvió a pensar, volvió a decidir, volvió a cocinar, volvió a guardar y explicó a cada cual cada uno del plato que le tocaba: Judías, arroz, macarrones. Señalandose, señalando al niño, señalando al marido.
Luego vio algo en el suelo que nadie ni había tirado ni, por supuesto, recogido. Tiró del hilo hasta que hubo barrido toda la casa, ordenó una estantería y, finalmente, se sentó con su familia que esperaba, hace al menos una hora, para ir a dormir.
Los cuerpos flotaban en la deriva de la habitación. Distribuidos en filas paralelas hasta inundarlo todo.
-Aquel- Bru señalaba desde el marco de la puerta. Dos gigantes, actuando como sus brazos, se las ingeniaban para pasar entre la decadencia de los cuerpos, hasta llegar donde ella indicaba -. También aquel, y ese otro- todos aquellos que se habían consumido hasta volverse quebradizos.
Con cuidado recogían a los muertos para que no se hicieran polvo flotando en aquel mar de silencios.
Con la habitación limpia de parásitos, Bru, hacia pasar al nuevo inquilino de dinero caliente, ansioso por la experiencia.
– Allí- le indicaba uno de los cinco sitios que habían quedado libres-. Siéntate ,tumbate, disfruta.
Luego cerraba la puerta y dejaba que la habitación volviese a inundarse con gases del sueño.
Juan aspiró fuertemente hasta que sus pulmones fueron una botella llena. Cayó hasta estar vertical.
-¿Cuanto puedo estar? – y recordó: Hasta que se te acabe el dinero o la vida.
Aunque en sus ojos se leía la verdad había decidido mentir con su cuerpo. Se movía como una serpiente en el agua caminando decidida e impactante.
– Eres casi toda mentira y aun así…-Sin prestarme atención parpadeó para callarme y me quede mirando como se alejaba fuerte y sutil. Acabe la frase cuando ya estaba perdida en el infinito.-… aún así se intuye la triste verdad.
La leí en sus ojos de miel, una historia sin final que ya había acabado.
Ines, sólo unas iniciales en el periódico: I.S. murió buscándose la vida.
Baja flexible, reincorporación gradual,… llámalo como quieras que sigue siendo lo mismo. Las personas tienen derecho a enfermar sin que nadie te tenga que decir nada.