Fue un poeta, también un físico teórico y un biólogo . Entre los tres trazaron una teoría en forma de soneto, salpicada de romance y fórmulas llenas de incógnitas que poco a poco se iban despejando.
-Las estrellas- era una de sus hipótesis- están al alcance de nuestras manos, unicamente hay que aplicar los resultados al mundo real.
La idea era machacar sus cuerpos estelares y con su polvo hacer que brillaran los zapatos, los cromos, las paredes…las podríamos mezclar con los cereales.
Inventaríamos máquinas fabulosas accionadas con la fuerza de los astros, secaríamos el cielo… lo apagaríamos.
-Nos hemos vuelto más locos, no más soñadores- Susurraba el bioloco mientras quemaba sus apuntes.-No publicaremos nuestro descubrimiento.
-Será como cogerlas en la palma de la mano, sintiendo su calor sin quemarnos, abrazándolas sin alterar la realidad- sentenció el poeta mientras el físico teórico asentía.
Hay noches en las que las estrellas se sienten solas y desvalidas. Unicamente es un trabajo, salir al firmamento y brillar tan intensamente como les permita su composición, pero en ese instante de tristeza lo dejarían todo por sentir el calor de un abrazo.
La gente que admira su baile, los enamorados que se engañan regalándose cosas que no les pueden pertenecer, los eruditos astrónomos no son capaces de comprender esa pena que les golpea. Mientras, ellas, se marchitan a millones de años luz, haciendo solo aquello que les exige la naturaleza.
-No os podéis quejar- le recriminan los hielos perpetuos- Allí arriba, descansaditas
Las estrellas se preguntan sino tendrán razón.
-Tal vez no debemos quejarnos- Intentan autoconvencerse- Puede que halla alguien que este peor. Callá y obedece- se exhortan para que el sistema siga funcionando como exigen quienes no pueden brillar.
No te estrelles y disfruta de mis cucas aquí o aquí, donde tu más gustes.
Es viento lo que me interesa. Sus alas libres que mecen las olas del mar. Se acompaña de la luna coqueta y marea, y la salitre llega a la playa de un cielo, siempre es el cielo, lleno del brillo de la noche.
« Aprende a nadar», la voz me invita como canto de sirena, «Aprende a cabalgar sus aguas mansas y a la vez salvajes. Su infinito»
Yo miraba donde cortaba la linea el horizonte, allí no había huida posible
«Pero papá», le pregunté al viejo marino«¿por qué tengo que aprender a nadar?»
«Algún día te llamaran los peces y querrás sumergirte a buscar los tesoros que te prometan. Entonces el mar curtirá tu piel y seras un lobo navegando los senderos de la estrella polar»
«Y, si siempre he de acabar mirando el firmamento, buscando mi astro guía, las nubes esponjosas del sueño ¿por qué no me enseñas mejor a volar?»
«¿Teniendo tan cerca el agua?»
«Casi puedo notar como rozo el cielo»
«Te ayudare a construir tu propia barca»
«Un barquito de papel, con alas para que no se lo coma tu oceano»
«¿Para qué surque el mar celestial?»
«Si»
«Entonces tú ya sabes volar. Enseñame, enseñame tu a volar para que mi realidad no empequeñezca tu mundo»
El caminante, Don Diego de Salazar, pequeño, de cadencia bamboleante; zigzaguea por las calles sucias de la ciudad. Por fin regresa a casa tras empalmar noche tras noche una semana de compadreo con los borrachos locales y dormirse de bar en bar.
-No esquives el camino de regreso- le pide una estrella- Si acabas al borde de un abismo puede que te levantes precipitándote a la muerte.
Pero él ya caminaba en la cuerda floja desde que nació en un orfanato muy cristiano, se pregunta sobre quien se atreve a marcarle los lugares conflictivos- Yo soy quien decidirá con quien me peleare esta noche – grita y regresa sobre sus propios pasos, con la determinación clara y los objetivos vacíos.
-Ojala- le llora la luna- tu cabezonería te llevase por mejores sendas, donde el ciego no es guía y los trayectos no parecen tan claros.
Se hacía tarde y la Luna quería jugar un poquito más. Dibujar un sueño, salir a bailar y cantar tan alto que no pudiesen dormir las estrellas o el Sol.
Pero papá la cogió en su regazo y le explicó que ya salían los lobos de ronda, que si la veían le aullarían y perseguirían su destello hasta que volviese a amanecer.-¿Me morderán los lobos?- preguntó la Luna- ¿ no me protegerás?
Tarareó una nana, danzó con ella toda la noche y pintaron alegrías con las sonrisas de sus caras.
-Jamás dejaré de protegerte- le susurró mientras se dormía un segundo antes de salir el Sol.