-Cuarenta. Cuarenta y pico- un pico pequeño, piensa intentando fingir que no existe el peso de los años. Luego sonríe para la foto, sin poder esconder sus ojos tristes.
-¿Cuánto llevas en la empresa?
-Más de media vida- eternidad. Como si su tiempo anterior fuese inexistente, una anécdota sin importancia, que nadie recuerda. Todo comienza al empezar a trabajar y, ahora, este homenaje.
La plantilla posa con uniformes nuevos, aseados hasta en lo invisible. Son el recuerdo y los valores de algo que la empresa necesita transmitir.
Otras tres fotos más para la revista interna.
-Cuarenta y pico años- esta vez deja que lo grabe un móvil. Montaran un video con los mejores instantes de la fiesta, mientras que él, desubicado, piensa que el mundo puede ser un lugar mejor. Sigue llorando por las injusticias, sigue teniendo las tonterías del adolescente que respira sueños y maravillas.
-La madurez-se dice- es solo una manera de aceptar la derrota: El mundo no va a cambiar, te insisten; asume que es así y así será. Con el consejo sentaras la cabeza, aceptarás la tristeza de este mundo de mierda. No quieren cambiar nada, ni lo malo ni lo peor.
Dejó caer una única gota en el plato que cada uno teníamos. Inmediatamente su contenido se volvió de un radioactivo intenso mientras Pellicer volvía a su sitio, presidiendo la mesa. Allí dejó caer una última gota sobre su propio plato.
– Las cosas dejan de tener sentido cuando suceden – nos dijo -. De críos pensábamos que el mundo cambiaría, que nosotras lo cambiaríamos. Pero su transformación sólo sirvió para dar paso a una nueva generación y… hubiese cambiado aunque no hubiésemos hecho nada.
. » Ya nada nos pertenece más allá de hacerlo habitable para ellos. “
– Mientras sucedía todo era nuevo e impactante – se lamentó josh-. Que pena que todo quedase en nada.
Marina levantó la copa de los olvidos- Por el pasado que habitamos- Los cinco brindaron por haber vivido, por estar allí con los viejos amigos.
– Este momento es importante- sentenció Maribel-. Estamos los cinco; pasará pero ya no estaremos para vivir del recuerdo. Salud.
Ro tomó la primera cucharada y sonrió, en una hora nada volvería.
Quiso escoger cada palabra como si no fuese un analfabeto. Quería jugar como lo había hecho de pequeño, formando mundos imperecederos solo con soñarlos.
Pero se sentía cansado y seco. Las frases eran balas rasgando la realidad; dolían cuando las disparaba a través de su garganta inflamada.
Libro de las formas correctas, leyó para si mismo.
Cada facción enemiga escribía párrafos que se contradecían con el inmediatamente anterior. Exigían cierta atenuación de la inteligencia para poder ser entendidos.
No solo eso, tenían que ser replicados como un manual de estilo que encorsetaba sus ideas.
Apartó las hojas en blanco, dejó su cerebro al sol para ver como se llenaba de hormigas.
Quería escoger las palabras pero eran ellas las que le poseían y, eso, no estaba permitido.
Aunque en sus ojos se leía la verdad había decidido mentir con su cuerpo. Se movía como una serpiente en el agua caminando decidida e impactante.
– Eres casi toda mentira y aun así…-Sin prestarme atención parpadeó para callarme y me quede mirando como se alejaba fuerte y sutil. Acabe la frase cuando ya estaba perdida en el infinito.-… aún así se intuye la triste verdad.
La leí en sus ojos de miel, una historia sin final que ya había acabado.
Ines, sólo unas iniciales en el periódico: I.S. murió buscándose la vida.
No toda la clase obrera se sube a las vigas. No toda la clase obrera tiene un jefe. No toda la clase obrera construye rascacielos. Hay gente que hace de construir sueños su oficio. Que tiene que hacer frente a burocracias, enfermedades laborales, precarización y mafias de los grandes capitales como el que más. Que debe de enfrentarse al patriarcado, al racismo, a la lgbtifobia, al clasismo y a los prejuicios sociales. Detrás de cada dibujo, pintura o imagen hay personas trabajadoras, cuya fuerza de trabajo y vivencias les han llevado a convertirse en profesionales. Recordar esto nos dignifica.
Las calles la recibieron frías y solitarias. Llevaba una mochila raída por otros vientos, llena de inútiles desilusiones que le trajeron cuando soplaban más favorables.
Lo único que pudo salvar del derrumbe de su casa fue un recuerdo, fue un reproche que dobló y guardó al fondo del macuto.
Cargada, con ese silencio del hambre, se alejo de la recesión que le había escupido del trabajo, de las facturas que la estrangulaban.
Los sueños eran baratijas que los prestamistas no admitían en depósito. Demasiado pronto tuvo que vender lo único que le importaba y se conformó con el frio y alguna fruslería sin valor.
-Vera- le dijo otro caído – al menos podemos intentar dormir calientes.- Y se dieron calor, juntándose para que no se escapase ni una sola brizna más de esperanza.
¿Cuanto llevo aquí? – buscó en su recuerdo más lejano: llegando en un coche compartido, lleno de nada para que la despedida fuese más ligera.
Atrás quedaba la niñez, el pueblo- ¡Hola gran ciudad! – se repite como el primer día que llegó, solo que esta vez suena algo más triste y desesperada.
Se había pedido como lo cateta de una película a la que, hasta ese instante, le habían prohibido la modernidad. No era verdad, de pequeña había sido todo lo futura que quiso pero los bloques, cercanos al cielo, le quitaron el aliento con sus luces recortadas contra la noche.
Buscó el mensaje que le envió a su madre: Ya estoy aquí. Hacía cinco años y la ciudad ya la había vomitado varias veces.
Por un segundo dudo si llorar por la derrota o fingir que seguía luchando.
-Hola mama – puede que una llamada fuese suficiente, puede que la gente esté cansada de ser mangoneada pero no sepa como explotar. – Estoy cansada.
No quedaba nadie en casa. El silencio oprimía al viejo como si toda su vida hubiese estado ahí, apretando, haciéndose un hueco hasta que solo él quedaba frío e inservible.
Encendió la radio para ver si conseguía autoengañarse con las voces, la música, los ruidos. Sonaba a un millón de años luz de distancia, en un tiempo perdido.
Lo apagó al instante, respiró de nuevo el silencio para que la nostalgia no lo llevase hasta la puerta de otra época, para que la soledad no volviese a tomar la iniciativa.
-¿Cuanto hace que estoy solo?- Se preguntó- ¿Cuantos años estuviste conmigo pero ausente?- Pregunta a los fantasmas.
Los platos quedan en el fregadero, los dientes negros adornan una sonrisa distante y apagada, se hecha a dormir con la ropa de la calle, abrazado a la desgana, soñando momentos que ya son imposibles.
Diciembre. No importaba el tiempo que hacia fuera, ni la tristeza. Disolvió algo de felicidad en dos dedos de agua y se camufló en un holograma aspecto inmejorable.
Los dientes eran la eterna sonrisa, perfecta, con cada pieza en su sitio, brillando; la mirada ágil y descansada. Marcaba la musculatura como si llevase varias sesiones en el gimnasio sin, aún, haberse hipertrofiado.
Tomó el ascensor directo y en menos de un minuto estaba en la oficina, sin las molestias del sol o la luna.
-¿3448?- le llamó el jefe por su nombre de trabajador.-Buena carcasa- refiriéndose al holograma- e impresionante informe. Siga así.
-Gracias-. Bernard, ajusto los niveles de brillo y sonrió mas amplio.
-Es agradable que te quieran,- pensó- las lisonjas.
Ese día todos sus compañeros lo admiraban, el trabajo salía perfecto, el regreso fue placentero.
En casa desactivó el campo holográfico, se toma algo más de alegría y durmió hasta el día siguiente.
En sus sueños un psicólogo predicaba palabra y acción.
-Hay gente- decía- que no está hecha solo para trabajar. A todos estos se les receta sociabilidad en el trabajo. Es un tratamiento increíble.
Se levantó fresco, sabiendo que hacer.
Diciembre. No importaba el tiempo que hacia fuera, ni la tristeza. Disolvió algo de felicidad en dos dedos de agua.