La ley del sol
21 agosto 2018No amaras a nadie por encima mio
Cada día amanecía un Sol nuevo. Un Sol que no era peor o mejor estrella que la anterior.
Habíamos aprendido a ignorarlo, simplemente estaba ahí, la luz y el calor necesario para la vida y, la vida, era todo eso tan cotidiano.
Él se sabía indispensable hasta que llegaba la noche y el astro moría arropado en el manto de ella, languidecía hasta consumir su último rayo.
Enamorada de la luna, Rosalía, solo caminaba cuando el ya había desaparecido. Le declaraba su amor al firmamento juguetón, mientras lo esquivaba a él.
-¡Arrrgh!- Grito el hijo del millonésimo sol- Falta una de mis ovejas. La han de enterrar en mi presencia si es que ha muerto- Rugió como un salvaje hasta que el resto de puntitos le hizo caso.
ya no podían seguir ignorando su calor. Estaba enfadado y exigía un sacrificio.
Buscaron a la mujer escondida entre las sabanas blancas de pereza.
– ¡Bruja!- El juicio no era necesario, la arrastraron del pelo hasta la plaza pública, protegida unicamente por una piel suave y apetecible.
-La ley- Dijo el sol- es inmutable. Nazco y muero por vosotros, quien no entienda el amor que me ha de profesar se consumirá conmigo.
-Jamas podre amarte- Le desafió ardiendo como el nunca podría
-¿Te atreves a ni siquiera fingirlo?
-No seria justo- Así fue como escribió su propia condena mientras que el resto aseguraba que el sol, más bien fingían, que ese sol no les pedía sumisión.
LaRataGris
Su derrota su éxito
Cuando sea nadie
11 junio 2018Un día no seré nadie. Levantaran mi piel muerta y arrugada, la pasearan a la luz del sol. Le hablaran como si fuera un bebe y yo, con los reflejos reducidos, responderé con una sonrisa perdida y una mirada infinita.
Ya no sabré quien soy, quien fui. ¿Me habré transformado en algo inerte y sin valor?
No encontrare revoluciones, los sueños me serán ajenos un día, otro día que no es hoy.
LaRataGris
Recuerdos de una vida
1 julio 2013
Allí donde cayó muerta de hambre un cartel pide una ayudita. Es su forma de ser recordada, una especie de homenaje, su lapida y también un olvido anterior.
Pasando cada día, viendo su piel pegada a los huesos que ya no respiran, los caminantes entristecidos, le echan la calderilla que les pesa y aligeran monedero y conciencia.- No,- tartamudea su calavera- que ya no puedo ni moverme. Me cuesta una vida pedirte esto pero, tráeme la comida, dame de comer, resucitame o déjame desaparecer.- Y un papel lleno de palabras suplicantes la recuerdan allí donde ya no hay mas que polvo, donde la dejaron desaparecer.
LaRataGris